miércoles, 18 de enero de 2012

A VUELTAS CON LA MARIJUANA

Pues ahora están floreciendo como sus plantas las asociaciones cannábicas, cuya finalidad es conseguir el consumo regulado de marihuana y hachís, de forma que tales cultivos no sean considerados ilegales y caigan de lleno en delito contra la salud pública, con las evidentes consecuencias penales contra las personas responsables de los mismos.

Como es sabido, en España, el Código Penal castiga el tráfico de drogas, (artículo 368 y siguientes) distinguiendo en cuanto a las penas a imponer entre las que causan grave daño a la salud y las que causan menos. Entre las primeras se encuentran, como más conocidas, la cocaína, la heroína o el LSD y otras menos divulgadas, como el MDMA (éxtasis). Las otras, fundamentalmente los derivados del cannabis, como la marihuana y el hachís.

Por otra parte, la Ley de Seguridad Ciudadana (la apodada en su día Ley Corcuera) considera infracción grave a la seguridad ciudadana (artículo 25) el consumo en lugares, vías, establecimientos o transportes públicos, así como la tenencia ilícita, aunque no estuviera destinada al tráfico de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, siempre que no constituya infracción penal, así como el abandono en los sitios mencionados de útiles o instrumentos utilizados para su consumo.

Pues bien, en este país el consumo propio de drogas nunca ha sido castigado penalmente ni administrativamente, en este caso hasta la referida Ley de Seguridad Ciudadana, en el año 1992. Las sentencias de los Tribunales en tal sentido son numerosas, habiendo establecido la jurisprudencia, a falta de criterios legales definidos, las cantidades orientativas a partir de las cuales se ha entendido que existe un delito de tráfico de drogas.

Y llegados a este punto, aprovechando este pequeño resquicio legal, los numerosos consumidores de los derivados del cannabis comienzan a organizarse y buscar la manera de cultivar y consumir, tratando de esquivar así la posible acción penal que les amenaza constantemente y además huir del mercado negro y sus elevados precios. Se trata de clubes privados que gestionan plantaciones colectivas de cannabis para producir la marihuana y el hachís que consumirán sus socios, que son quienes pagan la actividad a través de las cuotas.

Momento importante de inflexión en este asunto de los clubs o asociaciones cannábicas fue el caso de la asociación bilbaína Pannagh. En 2007, la Audiencia Provincial de Vizcaya determinó que el cultivo colectivo que les fue incautado en 2005 era legal y obligó a la policía a devolver los 17 kilos que quedaban de la marihuana.

En la actualidad, las asociaciones procanábicas en España pasan del centenar, existe una Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC) y en suma un nuevo tipo de movimiento social con todo lo que ello supone de actuaciones públicas y privadas, manifestaciones, actos públicos, incluyendo el “dia de San Canuto”, que se celebra en algunas poblaciones españolas.

Según mi opinión este tipo de acciones forma parte y es la avanzadilla de un movimiento social a favor de la despenalización de las drogas. Tema este arduo y nada pacífico. Uno se pregunta si a continuación de los grupos organizados de consumo de marihuana y hachís, pueden empezar otros colectivos (o los mismos, porque que yo sepa, no es incompatible el consumo de drogas blandas y duras y a menudo de una se pasa a la otra o a las dos, además de fumar tabaco y beber alcohol) a fundar nuevas asociaciones que se pongan a cultivar coca u opio, siempre con el mismo esquema de funcionamiento que pretenda en todo caso demostrar a las autoridades que se trata de casos de autoconsumo, que no es punible.

Por ahí pueden ir los tiros. La cuestión ya fue planteada en su día por Izquierda Unida en el parlamento español, siendo rechazada la proposición de ley por los dos partidos mayoritario que, no lo olvidemos, son los que en realidad mandan políticamente en este país, pues tienen votos suficientes incluso para modificar la Constitución.

Si me lo permiten, yo daría un consejo legal a todas estas asociaciones. Que actúen de la forma más correcta y sobre todo discreta, sin montar demasiado follón ni buscar notoriedad. En ese sentido la noticia de que el gobierno de Patxi López está estudiando una normativa que regulará estos clubes de consumidores, que producen y distribuyen marihuana entre sus socios, me parece que podría originar una reacción del partido en el poder y del gobierno español en suma que, no olvidemos, tiene mayoría parlamentaria absoluta. Y ello porque, de legislar en tal sentido, fácilmente podría estar invadiendo competencias estatales, que exigirían la modificación del Código Penal y de la citada ley de Seguridad Ciudadana.

No creo que el Partido Popular esté por la labor de fomentar o facilitar el consumo de drogas, sean estas duras o blandas y, por tanto, es mejor no molestar a la bicha, porque le resultaría muy fácil modificar el código penal, pero en sentido contrario al pretendido por los partidarios de la despenalización, con lo cual se podrían cargar todas estas asociaciones que, por el momento, parece que están funcionando a satisfacción de sus socios.

martes, 3 de enero de 2012

IRAN Y EL ESTRECHO DE ORMUZ

¿Se atreverá el régimen de los ayatolás a cerrar militarmente el estrecho? La cosa parece que está en el filo de la navaja. Que arde, vamos. Lo que sí parece evidente es que Estados Unidos no lo va a permitir. Y si a los iraníes se les ocurre mandar sus misiles de medio alcance contra objetivos como las bases americanas en la zona, atacar sus buques o cualquier otra cosa parecida, la reacción va a ser bien dura. Ya le está costando a Obama parar a Netanyahu, que viene diciendo que hay que atacar los centros nucleares de Irán, porque para ellos es cuestión de vida o muerte que el régimen gobernado por Ahmadineyad no alcance la fuerza de la bomba atómica, sobre todo porque este personaje no se cansa de proclamar a los cuatro vientos que hay que destruir a Israel.

Iran ya tuvo una guerra terrible contra Irak, en tiempos de Sadam Husein, con cientos de miles de muertos y no parece que le importe mucho volver a repetir, pero una cosa es meterse con el antiguo dictador iraquí y otra bien distinta con la mayor potencia militar del mundo, a la que es fácil que se sumaran fuerzas británica e incluso llegara a intervenir la OTAN.

En todo caso, el petróleo ha sido causa de bastantes guerras en el siglo XX y con menos motivo que el de tratar de cerrar la espita del oro negro en un punto crucial para los intereses económicos de casi todo el mundo, incluido el mismo Irán, porque sus barcos también salen por el mismo sitio.

Yo quiero creer que se trata de una bravata más de un régimen extremista y tiránico para con su mismo pueblo, que sirve entre otras cosas de cara a su misma casa, revuelta desde las últimas y trucadas elecciones, que tantos disturbios y tanta represión cruel han conllevado. Ya se sabe que todas las dictaduras, cuando se ven en dificultades por sus mismos mecanismos antidemocráticos, recurren a menudo al enemigo externo y si no lo hay, se lo inventan. Solo que a menudo les suele salir el tiro por la culata, como les pasó a los militares argentinos en el caso de las Malvinas, por ejemplo.

Pero ahora no se trata de enfrentarse a un solo país, si no a los yanquis, con su poderoso ejército, a los judíos, que están deseando cascarles…y al resto del mundo que se abastece de crudo por la estrecha espita de Ormuz. O sea, que a los ayatolás les van a dar todas partes como se les ocurra hacer esa jugada.

Aunque a lo mejor sería el principio del fin de un régimen totalmente absurdo, que no respeta los más elementales derechos humanos. Si no queda más remedio que entrar en otra nueva guerra, al menos que valiera para terminar con el sistema de los ayatolás y que entre un poco de aire fresco en un pueblo que a estas alturas ya debe de estar bien desencantado y harto de que lo gobiernen de forma tan caprichosa, cruel y arbitraria. Al igual que ha pasado en el Norte de Africa y ahora en Siria, ya sería hora de que le tocase a Iran.

De todas formas, pronto veremos si la cosa va en serio o se trata de fanfarronadas a las que este régimen nos tiene también acostumbrados.