lunes, 22 de octubre de 2012

EL DERECHO DE AUTODETERMINACION


                        
                        Nuestros nacionalistas españoles, porque lo son “malgre loi”, se llenan la boca con el derecho de los pueblos a la autodeterminación, base del referéndum que el Sr. Más dice querer organizar en Cataluña, si o si.

         También ponen los ejemplos del Quebec canadiense y de Escocia. Y parece que hablan de un dogma de fe, de un derecho fundamental que puede ser aplicado en todos los casos y de forma automática.

         Como a lo que está jugando el amigo Más es a engañar y confundir al personal, no se para a explicarle a la gente que este derecho, declarado por las Naciones Unidas en casos concretos, no es nada pacífico y admite múltiples aplicaciones e interpretaciones. O sea, que cada caso es cada caso. La libre determinación está recogida en algunos de los documentos internacionales más importantes, como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aunque no en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La autodeterminación está estrechamente ligada al término pueblos y aquí es donde empieza el verdadero problema filosófico político.

         La ONU ha reconocido este derecho en numerosas resoluciones, sobre todo a raíz de los procesos de descolonización en el siglo XX. Era evidente que las naciones que habían sido colonizadas y que ya tenían una entidad política propia (normalmente monarquías) o países semifeudales, deberían de recobrar su independencia. Ninguna duda ofrecían casos como la India, o numerosos países africanos, si bien los procesos de retirada de la potencia colonial no se llevaron a cabo sin graves enfrentamientos, guerras y masacres, producto precisamente de que las divisiones realizadas por la potencia ocupante que se retiraba, muchas veces obedecían a los propios intereses del colonizador e incluso al mero capricho o a razones comerciales.

         Así, Pakistán con Cachemira, o Gambia, que divide a Senegal por su centro, porque los ingleses quisieron quedarse con el rio, única forma de comunicación y vertebración del territorio.

         De estas situaciones políticas, que se dieron tras la segunda guerra mundial, surge precisamente la necesidad de reconocer y regular de alguna manera el derecho de los pueblos a su libre determinación.

         Pero naturalmente, nada tiene que ver el proceso descolonizador africano o asiático, con la actual situación de los movimientos nacionalistas españoles. Ni tampoco, dicho sea de paso y aunque se pueda acercar algo más con los casos de Canadá o de Escocia. En el primer país ocurre que primero fue colonizado por los franceses, que más tarde fueron dominados en distintos enfrentamientos armados por los ingleses. Y aunque se llegó a una entente política y una constitución pactada, ésta parte siempre de una realidad francófona de la parte de Quebec, anterior por cierto a la dominación inglesa, que se produjo por la fuerza. En todo caso estamos hablando del siglo XVIII para acá y eso importa y mucho a la hora de hablar del tema que nos ocupa.

         El caso de Escocia también es distinto y tiene sus propias peculiaridades. Se trata de un reino existente desde el siglo VI. En 1.707, nace la Gran Bretaña, en la que se integra voluntariamente Escocia.

         Nada que ver con la situación de Cataluña. En primer lugar y como sabe todo el mundo, menos los niños catalanes, a los que se les cuenta una historia falseada en las escuelas, esta región española nunca fue un reino. Se integró en el reino de Aragón de forma pacífica por el matrimonio entre Petronila, nieta de Alfonso el Batallador y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona (título que, por cierto, ostenta hoy dia el Rey de España. D. Juan Carlos I). Ramón Berenguer por cierto, nunca llegó a ser rey de Aragón, porque el suegro (Ramiro II el monje) seguramente no se fiaba de él y conservó la corona.

         Les invito a que lean la página web de la Generalitat de Cataluña o cualquier otra información histórica que provenga de esa misma fuente. Ahí se habla de los “Reyes catalanes” y del rey catalán Pedro II el grande, que no fue otro sino Pedro III el Grande, Rey de Aragón…y Conde de Barcelona, claro.

         Así que toda la “grandeza” del “reino de Cataluña”, fue en realidad la grandeza del Reino de Aragón, que llegó a dominar en el siglo XV, una cuarta parte de la península ibérica, las islas Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia, la mitad de la bota de Italia e incluso el ducado de Atenas y el de Neopatria.

         Naturalmente que Cataluña tuvo sus famosos mercenarios (los almogávares) y conservó sus instituciones, cosa por otra parte normal pues la unión entre el Condado de Cataluña y Aragón fue de carácter político y el Rey aragonés de facto (el titular se recluyó en un monasterio) era en realidad catalán.

         Por cierto que la reflexión que surge de esta brillante historia hispana es que la unión hace la fuerza y que cuando más grande y famosa y poderosa fue Cataluña, fue precisamente cuando se integró en el Reino de Aragón.

         Para terminar con estas precisiones históricas, que cualquiera puede leer hoy en día en internet y que desmontan las tonterías nacionalistas de la Generalitat, sólo hay que visitar el lugar más sagrado de Cataluña, o sea, el monasterio de Monserrat en donde aparece como es lógico por todas partes las señas del reino de Aragón.

         Podemos hablar también de la famosa bandera de Cataluña, con la que ahora quieren inundarnos las imágenes. Bueno, pues se trata asimismo de las barras de la bandera de Aragón, que en tiempos usaba únicamente el Rey. Pero es que estas barras rojas y amarillas están también en la bandera de Valencia, en la de Mallorca e incluso en la de Nápoles. Y también, por supuesto, en la bandera de los Reyes Católicos y en la de España, que es roja y gualda.

         En realidad, si algún territorio tuviera que reivindicar la independencia por su pasado glorioso, tendría que ser Aragón.

         Así que me parece que queda bien claro que cualquier parecido del caso de Cataluña con una país colonizado es mera fantasia. Y que Cataluña ha formado parte de España desde que ésta existe y antes del reino de Aragón y antes fue visigoda y musulmana y romana, como toda la península Ibérica, está fuera de toda discusión. Como digo, lo saben hasta los niños de primaria, si no estudian en Cataluña, se entiende.

         Pero, una vez hecha esta breve reseña histórica, volvamos a lo de la autodeterminación de los pueblos. Como decíamos, el problema consiste en saber cual es el pueblo que tiene derecho a la autodeterminación o a la libre decisión de su futuro político. Asunto también difícil de precisar y que no siempre está claro.

         Centrándonos en el caso de España y partiendo de la base de que Cataluña siempre ha formado parte de ella, ¿qué circunstancia autoriza a conceder ese derecho a los ciudadanos catalanes?. Porque ellos son el pueblo catalán, pero también son el pueblo español. ¿Con qué derecho podrían obligar los nacionalistas y los independentistas (que son muchos menos de lo que aaparentan, ya lo verán Udes. el días 25 N) a los otros catalanes a dejar de ser españoles?. ¿Tendrían también derecho a la autodeterminación y a la independencia en su caso, la provincia de Tarragona o la de Lérida?. ¿O alguno de los Ayuntamientos catalanes que ya se han declarado territorio soberano?.

         La respuesta está clara, si hay que hablar de pueblo, aunque a mí me parece en muchos casos una entelequia demagógica, habrá que aplicarlo al pueblo español, o sea a todos los que vivimos bajo la Ley de la Constitución Española de 1.978, que es la que nos hemos dado por el momento. Y el tan manido derecho de autodeterminación, como todos los demás derechos que en realidad no son de los pueblos, sino de los individuos, pertenece a los españoles, que ejercen la soberanía nacional. Y los demás son coñas marineras, inventadas sobre todo para tratar de ganar elecciones. Esperemos que el Sr. Más, y su consejero de interior, el que dice que tiene a su disposición a los guardias catalanes para lo que haga falta, y sus demás amiguetes, se peguen un buen tozolón el día de las elecciones, porque lo catalanes que en general son gente sensata y realista, los manden al carrallo, como se dice en Galicia. He dicho.

miércoles, 10 de octubre de 2012

ESPAÑA ES DIFERENTE


                La España de las autonomías, nació o hubo que inventarla, sería más exacto decir, en un momento muy delicado de la tormentosa historia política de la piel de toro. Los padres de la Constitución de 1.978, tuvieron que hace encaje de bolillos, sobre todo para tratar de encauzar y meter dentro de la nueva idea democrática a los tres regiones españolas que en aquél momento tenían reivindicaciones nacionalistas y se consideraban maltratadas por la dictadura, particularmente en cuanto al uso de la lengua. Franco, por supuesto, no tenía nada contra la empanada de sardinas, contra la sardana o la butifarra con monchetas o contra chuletón de Berriz. Tampoco contra la cultura y el flolclore popular de ninguno de estos tres territorios o como les queramos llamar. Contra lo que sí tenia y todo, era contra la idea de la secesión de España y a esos efectos, el régimen franquista era implacable.
                Bueno, pues de estos polvos vinieron estos lodos. Es decir, de la represión, más o menos violenta de las señas identitarias de gallegos, vascos y catalanes, se produjo, a través de los años, el efecto pendular característico de los españoles. Ya he dicho en otras ocasiones y en este mismo foro, que somos un país de gente exagerada. Y que rara vez se conforma con su propia realidad. También cierto que siempre se acostumbra a derivar la culpa de los males hacia otros pagos.
                Y así, nació la ETA y el GRAPO, y los terroristas catalanes, que fueron los que menos duraron y aun nos quedan algunos en Galicia, que pretenden hacer la revolución por cuenta y a base de hostias. El problema es que las van a llevar todas ellos, como en realidad, les pasó a los de GRAPO a los independentistas catalanes y a los de la ETA.
                Pero la cuestión de fondo y más importante, es que nuestro políticos de la transición decidieron que los justo sería que hubiera pan para todos y para contentar a los nacionalistas históricos, vinieron en inventar los que hemos dado en llamar “las autonomías”. Y regiones como Aragón o Catilla o Extremadura, en las que a nadie se le había ocurrido tal cosa, pues dijeron que bueno, que estaba bien y hasta nacieron de la nada partidos “autonomistas”, como por ejemplo la conocida y cachonda CHUNTA aragonesista, cuyo propietario, José Antonio Labordeta, que en paz descanse el bueno del hombre, cachondo él como su partido, presumía de que las asambleas las celebraba en un ascensor.
                Naturalmente que el original partido se basaba sobre todo en la defensa de la lengua aragonesa, que nadie conocía por cierto, aparte de Labordeta y cuatro amiguetes más.
                Pero eso es la democracia y aunque se apruebe una auténtica sandez, siempre que sea por mayoría, pues adelante. La reciente historia de España está llena de estos ejemplos y no me tienten porque soy capaz de enumerar algunos más que los dedos de la mano. Y todos nos íbamos reir bastante de las tonterías que han sido capaces de aprobar nuestros representantes legislativos.
                Pero ahora la cuestión se pone seria, porque el estado de las autonomías, en vez de conformar y calmar las ansias nacionalistas de las regiones que fueron en realidad la causa de su nacimiento, (Galicia, Euskadi y Cataluña), lo que ha conseguido ha sido todo el efecto contrario, es decir, potenciar el nacionalismo, promover su proselitismo desde la escuela y, lo que es más grave, fomentar la desigualdad de los ciudadanos españoles, creando en realidad más problemas de los que se trataba de solucionar. Y ello sin contar con el enorme coste económico que ha supuesto el duplicar muchas competencias, el tener dobles parlamentos y dobles gobiernos, el tener policías que hacen lo mismo pero cobran mucho más (no se sabe porqué, me lo expliquen, que no lo entiendo).
                Pero al final, qué es lo que de verdad le importa al ciudadano de a pie, aparte de que los políticos hablen español, gallego, vasco, catalán o esperanto en sus discursos públicos (en privado hablan todos español, se lo juro, hasta los de la ETA).
                Pues le importa vivir en un país que funcione, donde exista una enseñanza, una sanidad, una justicia, una administración, o sea unos servicios públicos que estén bien engrasados y no sean inasequibles para la gran mayoría.  Le importa tener un buen nivel de vida, tener su vivienda propia, su coche, sus vacaciones, su diversión. Y que cuando llegue a la jubilación pueda terminar su vida de una forma digna. Esto es lo que le importa. Bueno, es que esto le importa en realidad a todos los seres humanos, al menos a los que tienen bien la cabeza, que también abundan por desgracia muchos “homo sapiens”, que no cabria calificar de tales.
                Bueno, pues llevamos 34 años de democracia. ¡qué poquitos! Y creemos que ya todo está arreglado y solucionado. Pues no nos queda camino por delante ni nada, para llegar al nivel de funcionamiento democrático de otros países. Y sobre todo, nos queda mucho que andar para inventar de verdad nuestra propia democracia, que aún está en pañales, que es un bebé recién nacido.  Que tenemos que meter muchas veces la pata  y darnos muchos golpes para ir aprendiendo a convivir. La verdadera y necesaria revolución del pueblo español, es alguna que nunca se ha producido ni planteado. Es la revolución cívica, la de la buena educación, la del respeto por lo demás. Ahí estamos en párvulos todavía. ¿Oyen Udes. decir por ahí, Buenos días, por favor, muchas gracias, lo siento? A pesar de eso los españoles en general nos consideramos bien educados, pero damos la risa, cuando no irritamos y se nos identifica desde lejos en un café de Viena, por ejemplo, por lo que chillamos cuando estamos reunidos, inconscientes de que hablando bajito la gente se entiende mejor. Y eso es porque, en realidad, no queremos entendernos, sino imponer nuestras razones y nuestras opiniones y las de los demás nos traen sin cuidado, olvidando o no conociendo aquella famosa frase: No estoy de acuerdo con lo que Ud. opina, pero estaría dispuesto a morir para defender su derecho a exponerla. Esta es la verdadera democracia, al menos por el momento.
                Pero volvamos a las autonomías, a nuestras autonomías, que no son ni chicha ni limoná. Ni somos un estado totalmente centralista, como Francia, ni somos un país de estructura federal como Alemania o EEUU. Pero lo que más nos interesa a todos es que esto funcione y a lo mejor resulta que hay que reformar la Constitución, pero no para conceder independencias ni reconocer soberanias, sino para volver al estado antiguo. Porque, ¿funciona peor que el nuestro un estado centralista como Francia? Es peor su justicia, su administración pública, su enseñanza o su sanidad?. Pues claro que no. Así que el quid de la cuestión no está en que haya más o menos centralismo de competencias. Consiste en que la maquinaria del estado trabaje bien, que haya competencia, que haya honradez.
                 Y les diré una última cosa, con los medios telemáticos de que disponemos hoy en día da igual que las decisiones se tomen en Madrid, en Bruselas o en Oslo. Sólo es una cuestión de voluntad política para dotar a la administración, a todas las administraciones, de los medios adecuados para ayudar al ciudadano respecto a los problemas que les plantee, con arreglo a las competencias que tenga asignadas.
                Las autonomías españolas se encuentran un momento muy delicado. Porque, o se ponen la pilas para administrar realmente bien sus recursos o la cosa se les va a poner bien fea. Y si no, al tiempo.

jueves, 4 de octubre de 2012

NUESTROS NACIONALISTAS CATALANES


          Y digo que son nuestros, porque, a pesar de las diferencias entre estos supuestos secesionistas, que les aseguro son muchos menos de los que parecen y se airean a menudo en los medios de comunicación, nunca se ha visto cosa igual, que el Presidente de Cataluña salude afectuosamente al Rey, que encarna la soberanía de la nación española y al Presidente del Gobierno y, en suma, cuando va a Madrid, protagonice el papel institucional de un Presidente de una autonomía del estado Español. Esto nos hace pensar a muchos que, en realidad, la cosa no va en serio, al menos no tan en serio como la pintan. Yo creo que, si de verdad existiera un antagonismo o una enemiga real entre Cataluña y el resto de España, las cosas serían muy distintas. En primer lugar, Artur Más ni querría saber nada de reuniones en Madrid, salvo que fueran a nivel de estricta igualdad política y en segundo, si fuera realmente coherente, debería de dimitir  e integrase en su partido, CIU, ahora de recién nacido y oportunista independentismo, para dirigir sus huestes fuera del sistema, del cual no debería de querer saber nada, aparte de derrocarlo. Hombre, Este es el verdadero nacionalismo, de lucha contra el opresor colonial. O Udes. se imaginan a José Martí o Simón Bolivar, luchando por la independencia de sus países y siendo a la vez, ministro de la Coroña Española? Pues no, entre otras cosas porque durarían menos que un pastel a la puerta de un colegio y acabarían en seguida ante el pelotón de fusilamiento o algo peor.

                Pero el bueno de Iñaki Gabilondo, nos invita en el País, a que los lectores demos una opinión sobre este asunto de la independencia de Cataluña e incluso que apuntemos la posible solución. Iñaki se libra muy mucho de dar alguna pista sobre lo que piensa el mismo, con hablidad gallega de nadar y guardar la ropa. Pero mucho me temo que más tarde o más temprano, no sólo el Gobierno, los Partidos políticos y todas las fuerzas vivas, y los ciudadanos españoles, vamos a tener que pronunciarnos sobre este tema, que afecta a la unidad de España y al espíritu mismo de la Constitución de 1.978.
             
                Pues como soy lector del Pais y me gusta cómo habla Iñaki, ahí va la exposición de lo que yo pienso:

                Lo primero que hay que examinar, entiendo, es hasta qué punto los nacionalistas independentistas son tantos como parecen. Una cosa son las manifestaciones en la calle y otra muy distinta, las urnas. Así, será importante ver el resultado de las próximas elecciones catalanas. Pienso que tal vez haya alguna sorpresa sorprendente. Que tal vez no haya tantos independentistas y que incluso se puede producir en el pueblo catalán una reacción contraria a los planteamientos más radicales. El nacionalismo es como la religión, no sale de la cabeza ni de la razón. Emana de los sentimientos, del corazón, si queremos ser poéticos. Y todo nacionalismo es en principio malo. Pero no sólo el catalán, sino todos en general. Y ello porque siempre es un sentimiento excluyente, egoísta, antisolidario. Y cuando se convierte en doctrina sectaria e inamovible, pues nos encontramos ante el estado de Hitler. Así, lo deseable no es que nos separemos, sino que nos unamos cada vez más y no solo dentro de España, que también, sino dentro de Europa y del mundo en un futuro. Ese es el nacionalismo que a mi me gustaría, el de la solidaridad entre todos los pueblos. Y que cuando cada tribu decida ir por su cuenta (aunque sea una de 1000 millones de habitantes), como la India, no pueda hacerlo, porque haya leyes que se lo impidan, pero leyes justas y buenas, leyes universales, que recojan la realidad de que todos los seres humanos somos iguales en derechos y obligaciones y que estamos obligados a ser solidarios entre nosotros.
                Los nacionalismos radicales, sean del signo que sean, siempre tienen dos rasgos característicos, a saber, el victimismo y la exageración de las diferencias identitarias. Ambos elementos, manejados con habilidad por los políticos locales e inculcados al pueblo desde la infancia (de ahí el enorme esfuerzo realizado siempre con el asunto de la lengua y la manipulación de la historia en las escuelas), abonan el fenómeno del separatismo.

                Por otra parte, lo de Cataluña estado europeo, da un poco de risa, porque todo el mundo sabe, hasta los mismos nacionalistas, que eso no es posible y además no puede ser, entre otras muchas cosas, porque habría que contar con el voto del estado español. Además, los catalanes que no quieren ser españoles (que, insisto, no son tantos como parecen), parece que cuentan con que los demás tenemos que estar de acuerdo con lo que ellos digan y seguir siendo tan amigos. Y es evidente que no vamos a ser amigos de quien no quiere serlo por su parte. O sea que, una improbable Cataluña independiente se iba a quedar más sola que la una. Y eso sino sale algún otro político chiflado por ahí que proclame la independencia de Lérida (a lo mejor querría unirse a (Aragón) o Tarragona, que podía preferir juntarse con Valencia.

                En cuanto al camino que debe de seguir el estado español en este asunto, mi opinión es que hay que respetar la Constitución, que nos ha funcionado desde 1.978 y nos puede seguir sirviendo muchos años más. Y para cambiarla en asunto tan importante como la unidad de España tenemos que dar nuestra opinión todos los españoles y también los catalanes, que lo son asimismo por el momento.

miércoles, 3 de octubre de 2012

EL DERECHO DE MANIFESTACION


            Los violentos sucesos acaecidos el pasado 25 de septiembre, cuando bastantes personas, aunque no todos los manifestantes, intentaron llegar hasta las puertas del Congreso de los Diputados, tirando las vallas que constituían la línea de seguridad de policía, ha motivado que el gobierno se plantee la reforma de la Ley Orgánica que regula el derecho constitucional de reunión y manifestación.
            Decir que, si se aplicase estrictamente esta Ley y el mismo Código Penal, en este país se celebrarían muchas menos manifestaciones. Los artículos 493, 494 y 495, castigan como delito dirigir concetraciones públicas ante el Congreso de los Diputados, alterando su funcionamiento y, por supuesto, entrar en el mismo violentamente, e incluso dirigirle injurias. Esto vale también para el Senado y cualquier Asamblea Legislativa de una comunidad autónoma.
            Lo primero que habría que decir es que los mismos manifestantes que saltaron las vallas y comenzaron así el follón, deberían de estar agradecidos a la policía. Y no es broma, porque si hubieran llegado hasta el Hemiciclo, imagínense lo que podría haber ocurrido con tales individuos desbocados y los polis a palos con ellos dentro del Palacio legislativo. Menuda imagen de España para la prensa internacional. Pues que los cargos penales para ello serían mucho más graves.
            Por cierto que me llamó la atención un personaje de pelo blanco que se defendía en la televisión, diciendo que cómo iba él a saltar las vallas y atacar a la policía, si tenía 72 años? Curiosamente, si se fijan en los vídeos, se le vé perfectamente como uno de los primeros asaltantes y folloneros.
            Así que en muchas de las manifestaciones españolas se cometen delitos penados en el código a malsalva, pero la política oficial es detener sólo a los más asilvestrados, que muchas veces ya son viejos conocidos de la policía, porque en esto de liarla en la calle, romper cosas, montar en fin la de Dios es Cristo, hay verdaderos especialistas, que pienso sienten una especie de placer no declarado en dar rienda suelta a sus instintos violentos. Acuérdense de aquél tristemente COJO MANTECA, que ni era estudiante ni nada, salvo especialista en romper cosas con sus muletas(sobre todo cabinas de teléfono, porque tal vez tuviera algún problema con la Telefónica).
            Y luego siempre viene la misma cantinela. Orquestada por los mismos protagonistas. La policía se excedió. Le pegó a quien no era de la guerra. Entraron donde no debían y zurraron a todo el mundo. Como si a los chicos de las compañías de León (antidisturbios)les pagara el Estado para que dieran clases de derecho constitucional mientras los insultan, los agreden y les tiran objetos contundentes, desde adoquines hasta cócteles molotof.
            Curiosamente, aquellos que critican la actuación de la policía en cualquier manifestación violenta (que también pueden pasarse, no hay que negarlo), no dicen absolutamente nada de dos cosas fundamentales, a saber, quienes empezaron la pelea y quienes insultaron, agredieron y se saltaron a la torera no sólo la Ley de Manifestaciones y el Código Penal, sino el más elemental sentido común.
            Pero bueno, esto no sólo pasa en España, sino en todas partes. Quizás donde menos es en Estados Unidos, porque la policía de allí practica lo que llamaríamos la individualización de la responsabilidad. Es decir, que si hay que detener a mil o dos mil personas, pues lo hace. Las identifica y las lleva ante el Juez.
            Y es que, en realidad, las conductas delictivas que se registran en una manifestación, se basan en la fuerza de la masa y sobre todo en la fácil impunidad de los que participan violentamente. Y no hay nada que fomente más cualquier delito que la impunidad, real o presunta.
            La ley de Reunión, que es del año 1.983, no hay que modificarla a mi modo de ver, ni tampoco el Código Penal en este aspecto. Lo que hay que hacer es aplicar ambas leyes de forma más estricta y, por ejemplo que se hagan efectivos los preceptos que aluden a la responsabilidad de los organizadores.
            Así, el artículo 4, 3 de la Ley reguladora del derecho de Reunión, dice:
             “Los participantes en reuniones o manifestaciones, que causen un daño a terceros, responderán directamente de él. Subsidiariamente, las personas naturales o jurídicas organizadoras o promotoras de reuniones o manifestaciones responderán de los daños que los participantes causen a terceros, sin perjuicio de que puedan repetir contra aquéllos, a menos que hayan puesto todos los medios razonables a su alcance para evitarlos.
            Si esto se aplicara, los sindicatos españoles, por ejemplo, estarían medio en la ruina, cada vez que sus chicos “incontrolados” se dedican a romper cosas o cerrar negocios a la fuerza en casos de huelga.
            Pero se modifique o no la ley, la cosa va a seguir igual. Con manifestaciones que terminan violentamente, otras que ni se comunican. Y la policía que seguirá dando palos a diestro y siniestro y los manifestantes violentos insultándolos, tirándoles cosas y acusándolos luego de que los han tratado mal. Angelicos….