Y digo que son nuestros, porque, a pesar de las diferencias
entre estos supuestos secesionistas, que les aseguro son muchos menos de los
que parecen y se airean a menudo en los medios de comunicación, nunca se ha
visto cosa igual, que el Presidente de Cataluña salude afectuosamente al Rey,
que encarna la soberanía de la nación española y al Presidente del Gobierno y,
en suma, cuando va a Madrid, protagonice el papel institucional de un Presidente
de una autonomía del estado Español. Esto nos hace pensar a muchos que, en
realidad, la cosa no va en serio, al menos no tan en serio como la pintan. Yo
creo que, si de verdad existiera un antagonismo o una enemiga real entre
Cataluña y el resto de España, las cosas serían muy distintas. En primer lugar,
Artur Más ni querría saber nada de reuniones en Madrid, salvo que fueran a
nivel de estricta igualdad política y en segundo, si fuera realmente coherente,
debería de dimitir e integrase en su partido,
CIU, ahora de recién nacido y oportunista independentismo, para dirigir sus
huestes fuera del sistema, del cual no debería de querer saber nada, aparte de
derrocarlo. Hombre, Este es el verdadero nacionalismo, de lucha contra el
opresor colonial. O Udes. se imaginan a José Martí o Simón Bolivar, luchando
por la independencia de sus países y siendo a la vez, ministro de la Coroña Española?
Pues no, entre otras cosas porque durarían menos que un pastel a la puerta de
un colegio y acabarían en seguida ante el pelotón de fusilamiento o algo peor.
Pero el
bueno de Iñaki Gabilondo, nos invita en el País, a que los lectores demos una
opinión sobre este asunto de la independencia de Cataluña e incluso que
apuntemos la posible solución. Iñaki se libra muy mucho de dar alguna pista
sobre lo que piensa el mismo, con hablidad gallega de nadar y guardar la ropa.
Pero mucho me temo que más tarde o más temprano, no sólo el Gobierno, los
Partidos políticos y todas las fuerzas vivas, y los ciudadanos españoles, vamos a tener que pronunciarnos
sobre este tema, que afecta a la unidad de España y al espíritu mismo de la Constitución
de 1.978.
Pues
como soy lector del Pais y me gusta cómo habla Iñaki, ahí va la exposición de
lo que yo pienso:
Lo
primero que hay que examinar, entiendo, es hasta qué punto los nacionalistas
independentistas son tantos como parecen. Una cosa son las manifestaciones en
la calle y otra muy distinta, las urnas. Así, será importante ver el resultado
de las próximas elecciones catalanas. Pienso que tal vez haya alguna sorpresa
sorprendente. Que tal vez no haya tantos independentistas y que incluso se
puede producir en el pueblo catalán una reacción contraria a los planteamientos
más radicales. El nacionalismo es como la religión, no sale de la cabeza ni de
la razón. Emana de los sentimientos, del corazón, si queremos ser poéticos. Y
todo nacionalismo es en principio malo. Pero no sólo el catalán, sino todos en
general. Y ello porque siempre es un sentimiento excluyente, egoísta,
antisolidario. Y cuando se convierte en doctrina sectaria e inamovible, pues
nos encontramos ante el estado de Hitler. Así, lo deseable no es que nos
separemos, sino que nos unamos cada vez más y no solo dentro de España, que
también, sino dentro de Europa y del mundo en un futuro. Ese es el nacionalismo
que a mi me gustaría, el de la solidaridad entre todos los pueblos. Y que
cuando cada tribu decida ir por su cuenta (aunque sea una de 1000 millones de
habitantes), como la India, no pueda hacerlo, porque haya leyes que se lo
impidan, pero leyes justas y buenas, leyes universales, que recojan la realidad
de que todos los seres humanos somos iguales en derechos y obligaciones y que
estamos obligados a ser solidarios entre nosotros.
Los
nacionalismos radicales, sean del signo que sean, siempre tienen dos rasgos
característicos, a saber, el victimismo y la exageración de las diferencias
identitarias. Ambos elementos, manejados con habilidad por los políticos
locales e inculcados al pueblo desde la infancia (de ahí el enorme esfuerzo
realizado siempre con el asunto de la lengua y la manipulación de la historia
en las escuelas), abonan el fenómeno del separatismo.
Por
otra parte, lo de Cataluña estado europeo, da un poco de risa, porque todo el
mundo sabe, hasta los mismos nacionalistas, que eso no es posible y además no
puede ser, entre otras muchas cosas, porque habría que contar con el voto del
estado español. Además, los catalanes que no quieren ser españoles (que,
insisto, no son tantos como parecen), parece que cuentan con que los demás
tenemos que estar de acuerdo con lo que ellos digan y seguir siendo tan amigos.
Y es evidente que no vamos a ser amigos de quien no quiere serlo por su parte.
O sea que, una improbable Cataluña independiente se iba a quedar más sola que
la una. Y eso sino sale algún otro político chiflado por ahí que proclame la
independencia de Lérida (a lo mejor querría unirse a (Aragón) o Tarragona, que
podía preferir juntarse con Valencia.
En
cuanto al camino que debe de seguir el estado español en este asunto, mi
opinión es que hay que respetar la Constitución, que nos ha funcionado desde
1.978 y nos puede seguir sirviendo muchos años más. Y para cambiarla en asunto
tan importante como la unidad de España tenemos que dar nuestra opinión todos
los españoles y también los catalanes, que lo son asimismo por el momento.
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