lunes, 22 de octubre de 2012

EL DERECHO DE AUTODETERMINACION


                        
                        Nuestros nacionalistas españoles, porque lo son “malgre loi”, se llenan la boca con el derecho de los pueblos a la autodeterminación, base del referéndum que el Sr. Más dice querer organizar en Cataluña, si o si.

         También ponen los ejemplos del Quebec canadiense y de Escocia. Y parece que hablan de un dogma de fe, de un derecho fundamental que puede ser aplicado en todos los casos y de forma automática.

         Como a lo que está jugando el amigo Más es a engañar y confundir al personal, no se para a explicarle a la gente que este derecho, declarado por las Naciones Unidas en casos concretos, no es nada pacífico y admite múltiples aplicaciones e interpretaciones. O sea, que cada caso es cada caso. La libre determinación está recogida en algunos de los documentos internacionales más importantes, como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aunque no en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La autodeterminación está estrechamente ligada al término pueblos y aquí es donde empieza el verdadero problema filosófico político.

         La ONU ha reconocido este derecho en numerosas resoluciones, sobre todo a raíz de los procesos de descolonización en el siglo XX. Era evidente que las naciones que habían sido colonizadas y que ya tenían una entidad política propia (normalmente monarquías) o países semifeudales, deberían de recobrar su independencia. Ninguna duda ofrecían casos como la India, o numerosos países africanos, si bien los procesos de retirada de la potencia colonial no se llevaron a cabo sin graves enfrentamientos, guerras y masacres, producto precisamente de que las divisiones realizadas por la potencia ocupante que se retiraba, muchas veces obedecían a los propios intereses del colonizador e incluso al mero capricho o a razones comerciales.

         Así, Pakistán con Cachemira, o Gambia, que divide a Senegal por su centro, porque los ingleses quisieron quedarse con el rio, única forma de comunicación y vertebración del territorio.

         De estas situaciones políticas, que se dieron tras la segunda guerra mundial, surge precisamente la necesidad de reconocer y regular de alguna manera el derecho de los pueblos a su libre determinación.

         Pero naturalmente, nada tiene que ver el proceso descolonizador africano o asiático, con la actual situación de los movimientos nacionalistas españoles. Ni tampoco, dicho sea de paso y aunque se pueda acercar algo más con los casos de Canadá o de Escocia. En el primer país ocurre que primero fue colonizado por los franceses, que más tarde fueron dominados en distintos enfrentamientos armados por los ingleses. Y aunque se llegó a una entente política y una constitución pactada, ésta parte siempre de una realidad francófona de la parte de Quebec, anterior por cierto a la dominación inglesa, que se produjo por la fuerza. En todo caso estamos hablando del siglo XVIII para acá y eso importa y mucho a la hora de hablar del tema que nos ocupa.

         El caso de Escocia también es distinto y tiene sus propias peculiaridades. Se trata de un reino existente desde el siglo VI. En 1.707, nace la Gran Bretaña, en la que se integra voluntariamente Escocia.

         Nada que ver con la situación de Cataluña. En primer lugar y como sabe todo el mundo, menos los niños catalanes, a los que se les cuenta una historia falseada en las escuelas, esta región española nunca fue un reino. Se integró en el reino de Aragón de forma pacífica por el matrimonio entre Petronila, nieta de Alfonso el Batallador y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona (título que, por cierto, ostenta hoy dia el Rey de España. D. Juan Carlos I). Ramón Berenguer por cierto, nunca llegó a ser rey de Aragón, porque el suegro (Ramiro II el monje) seguramente no se fiaba de él y conservó la corona.

         Les invito a que lean la página web de la Generalitat de Cataluña o cualquier otra información histórica que provenga de esa misma fuente. Ahí se habla de los “Reyes catalanes” y del rey catalán Pedro II el grande, que no fue otro sino Pedro III el Grande, Rey de Aragón…y Conde de Barcelona, claro.

         Así que toda la “grandeza” del “reino de Cataluña”, fue en realidad la grandeza del Reino de Aragón, que llegó a dominar en el siglo XV, una cuarta parte de la península ibérica, las islas Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia, la mitad de la bota de Italia e incluso el ducado de Atenas y el de Neopatria.

         Naturalmente que Cataluña tuvo sus famosos mercenarios (los almogávares) y conservó sus instituciones, cosa por otra parte normal pues la unión entre el Condado de Cataluña y Aragón fue de carácter político y el Rey aragonés de facto (el titular se recluyó en un monasterio) era en realidad catalán.

         Por cierto que la reflexión que surge de esta brillante historia hispana es que la unión hace la fuerza y que cuando más grande y famosa y poderosa fue Cataluña, fue precisamente cuando se integró en el Reino de Aragón.

         Para terminar con estas precisiones históricas, que cualquiera puede leer hoy en día en internet y que desmontan las tonterías nacionalistas de la Generalitat, sólo hay que visitar el lugar más sagrado de Cataluña, o sea, el monasterio de Monserrat en donde aparece como es lógico por todas partes las señas del reino de Aragón.

         Podemos hablar también de la famosa bandera de Cataluña, con la que ahora quieren inundarnos las imágenes. Bueno, pues se trata asimismo de las barras de la bandera de Aragón, que en tiempos usaba únicamente el Rey. Pero es que estas barras rojas y amarillas están también en la bandera de Valencia, en la de Mallorca e incluso en la de Nápoles. Y también, por supuesto, en la bandera de los Reyes Católicos y en la de España, que es roja y gualda.

         En realidad, si algún territorio tuviera que reivindicar la independencia por su pasado glorioso, tendría que ser Aragón.

         Así que me parece que queda bien claro que cualquier parecido del caso de Cataluña con una país colonizado es mera fantasia. Y que Cataluña ha formado parte de España desde que ésta existe y antes del reino de Aragón y antes fue visigoda y musulmana y romana, como toda la península Ibérica, está fuera de toda discusión. Como digo, lo saben hasta los niños de primaria, si no estudian en Cataluña, se entiende.

         Pero, una vez hecha esta breve reseña histórica, volvamos a lo de la autodeterminación de los pueblos. Como decíamos, el problema consiste en saber cual es el pueblo que tiene derecho a la autodeterminación o a la libre decisión de su futuro político. Asunto también difícil de precisar y que no siempre está claro.

         Centrándonos en el caso de España y partiendo de la base de que Cataluña siempre ha formado parte de ella, ¿qué circunstancia autoriza a conceder ese derecho a los ciudadanos catalanes?. Porque ellos son el pueblo catalán, pero también son el pueblo español. ¿Con qué derecho podrían obligar los nacionalistas y los independentistas (que son muchos menos de lo que aaparentan, ya lo verán Udes. el días 25 N) a los otros catalanes a dejar de ser españoles?. ¿Tendrían también derecho a la autodeterminación y a la independencia en su caso, la provincia de Tarragona o la de Lérida?. ¿O alguno de los Ayuntamientos catalanes que ya se han declarado territorio soberano?.

         La respuesta está clara, si hay que hablar de pueblo, aunque a mí me parece en muchos casos una entelequia demagógica, habrá que aplicarlo al pueblo español, o sea a todos los que vivimos bajo la Ley de la Constitución Española de 1.978, que es la que nos hemos dado por el momento. Y el tan manido derecho de autodeterminación, como todos los demás derechos que en realidad no son de los pueblos, sino de los individuos, pertenece a los españoles, que ejercen la soberanía nacional. Y los demás son coñas marineras, inventadas sobre todo para tratar de ganar elecciones. Esperemos que el Sr. Más, y su consejero de interior, el que dice que tiene a su disposición a los guardias catalanes para lo que haga falta, y sus demás amiguetes, se peguen un buen tozolón el día de las elecciones, porque lo catalanes que en general son gente sensata y realista, los manden al carrallo, como se dice en Galicia. He dicho.

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