Cuando vamos
en un AVE de los muchos que ya circulan por España, somos conscientes de que
estamos desplazándonos a una velocidad de 300 Kilómetros por hora y también que lo
hacemos en el vehículo más seguro a esta velocidad que existe hoy en día (tren
magnético aparte, que alcanza fácilmente los 500 Kilómetros).
El que esto
escribe lleva años diciendo que el problema no es la velocidad y que
precisamente el día que los automóviles circulen a 500 o 1.000 Km por hora ya
no habrá accidentes o serán contados. Y ello porque, entonces, habrá
desaparecido la pieza que falla en estas máquinas. Es decir, el conductor. Un
tren o cualquier vehículo que circule a esas velocidades, ya no puede depender
de la falibilidad del ser humano. Tendrá que ser una máquina que lo gobierne y
la máquina tiene que preveer, en su programa informático cualquier incidencia
que pueda provocar una catástrofe. Y así es, en efecto. El tren de alta
velocidad (AVE) español, se inauguró en el año 1992, para la Expo mundial de
Sevilla. Han pasado muchos años, veintiuno concretamente, y el tren sigue
funcionando a la perfección, sin haber tenido un solo percance grave y
guardando puntualmente sus horarios.
Y toda este acierto
increíble hace unos años, se debe sobre todo y por encima de todo a la
tecnología que rodea el tren más rápido del país. Si no estoy mal informado, el
AVE está dotado, entre otros muchos sistemas de seguridad, de un radar que
detecta cualquier objeto en la vía a 5 kilómetros de distancia y que lo hace
frenar en caso de peligro. Por supuesto, también frena él solo si el conductor
desobedece las señales de velocidad de la via.
Viene todo
esto a cuento, como Ud. ya supondrá, querido lector, por el caso del terrible
accidente del ALVIA en Santiago, que todos hemos podido ver a la perfección en
el vídeo de las cámaras de seguridad de RENFE.
Qué es lo
que ha fallado en este increíble siniestro?. Todo el mundo le echa la culpa al
conductor, en el habitual proceso de linchamiento mediático a que somos muy
dados en esta país. Efectivamente, el tren entró a una velocidad completamente
excesiva e inadecuada en una curva y era quien manejaba la máquina el que
debería de haber levantado el pié mucho antes de llegar a la curva fatídica.
Pero no es menos cierto que el accidente se produce porque el tramo en el que
descarriló el tren era “de los antiguos”, es decir, de los que no tienen las
balizas que hacen parar al convoy si detectan exceso de velocidad para el
tramo. La realidad es tan triste como brutal. Si ese tramo de entrada a la estación
de Santiago tuviera las medidas de seguridad del AVE, el siniestro no habría
ocurrido.
Pero es que
ya resulta increíble a estas alturas que un tren que circula tranquilamente a
más de 200 kilómetros por hora pueda depender solamente de la mano humana.
La posible
responsabilidad del conductor del tren y su gradación, ya se decidirá en el
proceso penal. Pero y si hubiera sufrido un desmayo o un infarto?. Da igual los
muertos y heridos que hubiera habido, que no podría ser castigado.
Centrarnos
ahora en penar con toda dureza a un empleado de RENFE no va a dejar tranquilo a
nadie.
El fallo de
fondo en realidad es que no podemos circular con máquinas tan poderosas y tan
rápidas que dependan del control de una sola persona. Porque esto que ha
pasado, este terrible y doloroso accidente que, en unos treinta segundos ha
segado un montón de vidas humanas y puede tener incluso consecuencia económicas
muy negativas para nuestras inversiones de trenes de alta velocidad en el mundo
(como es sabido somos punteros en esta materia), puede volver a repetirse.
Urge pues
adoptar medidas para que esto no vuelva a pasar y que los trenes
frenen sólos cuando tengan que frenar, de manera que todos podamos estar
verdaderamente tranquilos, sin pensar en que dependemos de un fallo humano.
El tren, que
se había quedado obsoleto y anticuado, ha vuelto a recuperar su protagonismo
sobre distancias cortas y medias y la mejor prueba de su eficacia como medio de
transporte son los muchos años de servicio del AVE en España, sin un solo
problema.
El accidente
siempre acecha y no digamos el fallo humano, pero la mejor forma de evitarlo es
precisamente procurando que cada vez intervenga menos la mano de un conductor o
que el mismo vehículo le impida el fallo. Toda esa tecnología ya existe, sólo
hay que aplicarla por todas partes lo antes posible. Si ya se hubiera hecho,
nos habríamos ahorrado mucho dolor y lágrimas.
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