Esta es una
larga historia, como el monstruo del Lago Ness, que aparece y desaparece
periódicamente, a veces como recurso periodístico en época vacua de noticias o
para compensar y desviar la atención de otros problemas.
Desde el
punto de vista legal, el asunto está bastante claro. (Inglaterra la pérfida
Albión) se hizo con el peñón y también con la isla de Menorca, extremo menos
conocido, como consecuencia del tratado de paz de Utrecht, firmado en 1713, que
fue uno de los que pusieron fin a la guerra de sucesión de la Corona de España.
Francia y su
entonces rey Luis XIV, apoyaban a su nieto el Duque de Anjou. E Inglaterra al
austriaco archiduque Carlos, es decir, las dos dinastías, los Borbones, por un
lado y los Austrias por otro, que han venido reinando en la piel de toro desde
hace siglos y aun lo hace la de los borbones.
De esta
lucha fraticida, también entre españoles, que combatieron por dos aspirantes a
la corona de España que no lo eran, salió triunfador Felipe V, pero no sin
pagar su precio ante la que era la potencia militar del momento, es decir,
Inglaterra, aliada con Holanda, que también lo era en el mar.
La idea
política tanto de Inglaterra como de Francia, los países más potentes
militarmente en ese momento, era conseguir que, como consecuencia de la
complicada sucesión al trono español, no se produjera un desequilibrio evidente
porque se pudieran juntar Francia y España bajo un mismo Rey (Felipe V era
nieto de Luis XIV y heredero del trono francés por tanto y el Archiduque Carlos
de pasar a reinar en España dominaría también todos los territorios europeos
provenientes del Sacro Imperio Romano.
En fin, como
consecuencia de esta guerra y de sus tratados de paz, Inglaterra consiguió
numerosas ventajas tanto territoriales como de tipo comercial, entre otras,
como se ha dicho, las cesiones en pleno dominio del peñón de Gibraltar y la
isla de Menorca.
Hay que
ponerse en la época, principios del siglo XVIII, para tratar de comprender el
desarrollo de los acontecimientos. Las tres potencias europeas, que es tanto
como decir mundiales en aquellos tiempos, Inglaterra, sobre todo por su poderío
naval, La Francia del rey de reyes, Luis XIV (el Rey sol, “el estado soy yo”) y
una España, que comenzaba su declive, pero con la mayor extensión territorial
de todos ellos bajo su dominio.
Así, los
ingleses apoyaban para la corona española al archiduque Carlos y los franceses
al Duque de Anjou, que más tarde sería el rey Felipe V.
Las flotas
inglesas, aliadas con las holandesas, atacaban constantemente a los barcos
españoles, muchas veces ayudados y protegidos por los franceses, como ocurrió
por ejemplo en la famosa batalla de Rande en Vigo, en el año 1702.
Dentro de
estos acontecimientos, está el apoyo de la corona inglesa a la causa catalana
con el establecimiento del archiduque Carlos en Barcelona, que fue proclamado
como Rey de España en 1705, bajo el nombre de Carlos III y de lo que hay mucho
que hablar, sobre todo ahora que ya pasó el 11 de septiembre, multitudinario y
soberanista.
Pero
volviendo a la paz de Utrecht, los pactos entre Francia e Inglaterra acabaron
dando su resultado. Como consecuencia de los tratados de paz, entre otras
muchas cosas importantes, la Pérfida Albión, mucho más tramposa que nunca, dejó
en la estacada a los catalanes, que se tuvieron que defender solos del ejercito
realista de Felipe V y se quedaron sin los fueros y privilegios por los que
luchaban.
También cabe
decir que los tratados de paz que dieron fin a la guerra de sucesión española,
cambiaron profundamente el mapa político de la europa de entonces y afectaron
también de forma importante al continente americano.
Así Luis XIV,
entre otros compromisos, tuvo que ceder a la corona inglesa (la reina Ana) extensos territorios en la futura Canadá (Saint Kitts, Nueva Escocia, Terranova y territorios de la Bahía de Hudson).
Como
resulta evidente de toda esta historia, el gran beneficiario de este conjunto
de tratados fue Gran Bretaña que, además de sus ganancias territoriales, obtuvo
cuantiosas ventajas económicas que le permitieron romper el monopolio comercial
de España con sus colonias.
Para la Monarquía de España la paz de
Utrecht supuso, como han señalado muchos historiadores, la conclusión política
de la hegemonía que había detentado en Europa desde principios del siglo XVI.
Prácticamente, el monarca Felipe V solo obtuvo dos concesiones de la Gran
Bretaña, su reconocimiento como rey de España, aunque con la prohibición de
acceder ni él ni sus sucesores a la corona de Francia y que Inglaterra dejara
de apoyar a los catalanes en su guerra contra las tropas borbónicas.
Del tratado
de Utrecht de 1713 entre el reino de España y el de Inglaterra, arranca el
problema de Gibraltar, que se arrastra desde entonces.
En las
condiciones de dicho pacto internacional, España cede el dominio a perpetuidad
del peñón de Gibraltar y la isla de Menorca.
Ambos
territorios, de clara importancia estratégica para el control marítimo del
Mediterráneo, ya habían sido invadidos y estaban en poder de los ingleses con
anterioridad al tratado. Concretamente, Gibraltar fue invadida en el año 1704 y
Menorca en el 1708. Así que la cuestión era sencilla para la corona inglesa,
que se mantenía a la hora de negociar en una posición de fuerza, la mejor para
obtener condiciones ventajosas, como ocurrió efectivamente…
SEGUIRÁ…
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