lunes, 18 de enero de 2010

HAITÍ

La tragedia que sacude Haiti, es la consecuencia de un fenómeno natural, de un terremoto, que puede ocurrir en cualquier lugar del mundo, pero la verdadera desgracia de ese pueblo no son los fenómenos naturales, son ellos mismos, su país, su sistema político, si es que en verdad tienen alguno, que lo dudo.

Nos cuenta la prensa que unos bomberos españoles tuvieron que dejar morir a una niña que estaba sepultada entre los escombros, cuando les faltaba muy poco para llegar hasta ella y salvarla. La razón, la guardia armada que les protegía, al mando de un oficial canadiense les dijo: “o muere ella o mueren Udes” y eso porque además de salvar a los que quedan vivos, de ayudar con alimentos, medicinas, agua potable, en fin, toda clase de medios a los pobres haitianos, las fuerzas de todos los países desplazadas en el desgraciado país caribeño, tienen que ocuparse en tratar de evitar el pillaje más salvaje e incluso defenderse de bandas armadas que los atacan.

Nadie puede dudar que las enormes pérdidas humanas causadas por el seísmo se deben en gran parte a que se trata de un país cuyas construcciones no reúnen los mínimos requisitos de solidez para aguantar el temblor. Tampoco de que la dificultad para administrar y aplicar la ayuda humanitaria que está llegando generosamente a Haití, tropieza con la triste realidad de que la administración haitiana no es que no funciones, es que, sencillamente no existe.

Haití es uno de los sitios más pobres del mundo y por supuesto de toda América, pero también con toda seguridad el de la gente más ignorante y supersticiosa. El país de los “zombies”, el “vudú”, los muertos vivos, de los “tom tom macoute”, quizá el peor grupo de asesinos de todo el continente, (que, por cierto, tiene otros países con triste récord en ese sentido, recordemos la triple A Argentina o los escuadrones de la muerte brasileiros, por no hablar de México y sus matanzas de mujeres en ciudad Juarez). Un sitio en donde los árboles han desaparecido prácticamente, con el consentimiento de sus autoridades, para convertirlos…en carbón vegetal, con el que calentar la comida y para otros usos.

En fin, creo sinceramente que si la calamidad del terremoto es verdaderamente terrible, no lo es menos la situación social, cultural y económica que azota a los haitianos. Porque las consecuencias del movimiento de la tierra pasarán, los muertos serán enterrados y los lisiados se quedarán pidiendo limosna por las calles. Y el mundo se olvidará otra vez de ese desgraciado lugar. Miraremos para otro lado. Pero mientras no se sienten las bases para cambiar la estructura social de Haití las desgracias se cernirán una sobre otra sobre la primera nación toda de negros, todos descendientes de esclavos, que consiguió la independencia en América, precisamente con sangre, con mucha sangre, porque parece que allí es el único lenguaje que se entiende.

Haría falta para estos casos, una intervención de la ONU para esta clase de países que en realidad no existen más que virtualmente y dotarles aunque fuera de forma obligatoria de una verdadera administración que garantizase los derechos fundamentales y mínimos de la población, sentando las bases para que, en un plazo de veinticinco o cincuenta años realmente pudieran tener un país con los mínimos fundamentos políticos, culturales y sociales y que pudiera funcionar con normalidad. A eso tienen derecho los haitianos como cualquier otro ser humano.

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