jueves, 22 de abril de 2010

BRASILIA, CINCUENTA AÑOS

Estuve en la capital de Brasil en el año 1.980. Ahí es nada, como pasa el tiempo. O sea, la conocí cuando todavía era una jovencita. Reconozco que tenía una gran curiosidad por verla, pues sabia que se trataba de una ciudad única en el mundo.

Brasilia no me decepcionó. Es, simplemente, una ciudad distinta y genial. Por ejemplo, no tiene cruces ni semáforos, porque todas las calle se cruzan a distinto nivel. !Ole la grasia! A ver qué ciudad del mundo puede poner encima de la mesa tales atributos. Las perspectivas, algo realmente importante en el diseño urbanístico, están calculadas con precisión matemática, pero también con sentido estético. Si uno va al museo principal de la ciudad, puede ver una fotografía del presidente visionario Juscelino Kubitschek,con los brazos abiertos, exponiendo su idea. El esquema de la nueva capital de Brasil sería una cruz o un avión, lo que sea, pero en todo caso, un cuerpo central y un travesaño horizontal. Como una catedral gótica, que también la tiene, pero nada que ver con la de Burgos, por ejemplo.

El espacio entre los edificios es tan grande, que resulta difícil andarlos y el transporte sobre ruedas es obligado.

Recuerdo que me llamó la atención las numerosas zonas verdes (la que más tiene de todo Brasil), pero también que el césped estaba agostado, o sea, amarillo. Explicaron que hacían falta tantas toneladas de agua, que resultaba muy caro mantenerlas regadas.

Con todo, le recominedo a cualquiera una visita a Brasilia. Es algo distinto, donde se puede apreciar, el ingenio arquitectónico, los grandes espacios, las mejores perspectivas y la mayor sensación de amplitud que uno pueda sentir en ninguna otra urbe del mundo mundial.

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