viernes, 8 de abril de 2011

JUANITA MAQUIEIRA IN MEMORIAN

Pues permítanme que hoy les hable de una pariente mía. No de una cualquiera, sino de alguien muy especial. Uno tiene la suerte de haber tenido tres madres, o sea dos, aparte de la propia. Y una de ellas, Juana Maquiera Albite, acaba de morir. Me pilla de viaje, bien lejos y aunque no puedo acudir a sus exequias, tengo el corazón triste.

Juana, Juanita para todo el mundo, era una mujer sencilla. Parte de una familia de Lérez, Pontevedra, donde la abuela, la Sra. Concepción, era bien conocida por su bondad y su recio carácter. También lo era su madre, la Señora Sara, que podía competir con Teresa de Calcuta en sus afanes de amor y ayuda a los demás.

De los siete hijos que tuvo con Severino Maquieira, otra especie de santo varón, que trabajó toda su vida en el Faro de Vigo, Juana era a mi gusto, la mejor con diferencia. Y estoy incluyendo a mi madre, Isolina, buena mujer, pero que no le llegaba a Juanita ni en cultura, ni en inteligencia, ni sobretodo en generosidad y entrega hacia los demás, ni a la altura del tobillo. Dentro de los hijos de Sara y Severino, había desde el más egoísta (Celso, que se marchó a Brasil a la tierra de las garotas y dejó abandonada a su mujer con siete hijos) hasta esta Juanita Maquieira, con la que todo el mundo se tenía que llevar bien a la fuerza, porque era el paradigma de la comprensión, la ayuda a los demás, la ternura e incluso la feminidad.

Juanita era mucha Juanita; casada con el marinense Manuel Sobral, otro santo varón, hasta cuando discutía con él lo hacía con cariño y sin saltarse las mínimas normas de respeto que deben de existir en la convivencia de un pareja.

Era la única de todos los hermanos que había estudiado y tenía una cultura de la que nunca hacía ostentación, pero que trascendía enseguida al hablar con ella. Estaba atenta a cualquier detalle de su entorno, pero sobre todo a cuidar de los que le rodeaban. En eso no perdía baza.

Si me lee la gente de Marín, sabrán que todo cuanto digo no es exageración, sino verdades constatables, porque la vida de esta mujer, de esta gran mujer, fue un paradigma de buen comportamiento humano. Seguro que quienes la conocieron y tuvieron la suerte de tratala, me darán la razón. Descanse en paz.

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