lunes, 16 de abril de 2012

LA MONARQUIA ESPAÑOLA

El reciente accidente del Rey, cuando cazaba elefantes en Africa, pone de actualidad el tema de la monarquía en España. Eramos pocos, y parió la abuela. O sea, que al escándalo Urdangarín, un verdadero torpedo en la línea de flotación de la casa real, se une ahora este otro asunto, que deja en mal lugar a nuestro Rey y alimenta el fuego de los contrarios a este sistema de gobierno, que cada vez son o pueden ser más cada día.

No cabe olvidar que nuestro sistema político tiene en la cúspide un jefe de estado que fue educado y colocado ahí precisamente por el dictador Francisco Franco. España es un régimen monárquico en donde casi nadie es monárquico, aunque todavía abunden los partidarios de la monarquía lo cual no es lo mismo, evidentemente.

Uno tiene sus años y aún recuerda el tristemente famoso referéndum para decir Rey sí o Rey no, en el que no se permitió hacer publicidad o campaña a favor de la abstención, siguiendo los métodos antidemocráticos de la dictadura franquista. La realidad es que, si la gran mayoría del pueblo español apoya que D. Juan Carlos sea el jefe del Estado (el heredero del trono era en realidad D. Juan y si me apuran mucho D. Jaime, el hijo mayor del Rey Alfonso XIII), es por pura necesidad, lógica y buen sentido, porque todos nos olfateamos que, si esto fuera una república, iríamos a peor, o sea no iba a ser ninguna ventaja. Pero también existe un sentimiento, a veces casi en la profundidad del subconsciente, de que esto no va a durar demasiado, porque los españoles puede llegar un día que decidan que no precisan para nada esta monarquía impuesta desde la dictadura.

Así las cosas, para mí está claro que el sistema se aguanta, sobre todo en la medida de que se cumplan las reglas mínimas de una monarquía moderna: El Rey reina, pero no gobierna. El Rey procura no meter la pata y mantenerse en un discreto papel de representación, aunque en casos determinados pueda “ayudar” a España a nivel internacional, sobre todo con los países árabes más atrasados, mucho más dados a entenderse con un monarca que no con un Presidente de una república. El Rey y su familia tienen que procurar huir de los escándalos y dar sensación de que no abusan del cargo para nada. De esa manera, la situación se mantiene con el apoyo de los principales partidos políticos e incluso de los sindicatos, que no se meten con él.

Pero no cabe olvidar que a la monarquía, como a la iglesia, en el fondo sólo le importa una cosa, la pervivencia de sus instituciones.

A estas alturas del siglo XXI, si nos ponemos a filosofar sobre esta institución, que supone la sucesión automática del rey que fallece por su heredero, sin tener en cuenta que nos podria salir un verdadero inútil o algo peor (y ejemplos sobran en nuestra historia, acuérdense de Fernando VII, de que hablamos con ocasión de la efemérides de la Constitución de 1.812), la cosa es inmantenible. Si no fuera por lo que fuera y por el origen pactado de nuestro actual sistema democrático, la realidad es que la familia real podría vivir en París o en Roma y hacerle compañía a otras familias como la del exiliado Rey Constantino de Grecia, por cierto hermano de la Reina Sofía.

Pero tenemos lo que tenemos y de momento parece que es bueno y necesario seguir así. Pero eso no quiere decir que sea para siempre. Bueno, es que para siempre no hay nada. Como decía el castizo, todos los contratos de trabajo son temporales. Y la vida misma, hombre, que eso lo sabe cualquiera. Pues la monarquía también.

Así que el patinazo de ir a cazar elefantes, que yo no tengo nada contra eso, entre otras cosas porque los paquidermos, como es sabido, pueden matar a otros muchos animales de hambre, dado lo que tragan sólo en un día, así que hay que regular la especie y es comprensible que, con este control, los países pobres de Africa vendan las licencias para cargárselos a tiros bien caras.

Pero queda feo que el Rey, nuestro Rey, con la que está cayendo, se vaya de hurtadillas a gastar el dinero público para ejercer la caza mayor. O sea, es que aparte de lo caro que sale matar un elefante y que hay que coger el avión oficial y llevarse a todo el séquito necesario, es que no da buena imagen, porque hay muchos ciudadanos en este país que no les gusta que se maten a estos bichos. Pero es que además es peligroso, porque puede pasar de todo, desde romperse la cadera, como ha pasado, hasta que se encasquille el arma y el animal le pase por encima al cazador, con lo que pesa, y lo deje hecho papilla.

En suma, una metedura de pata real y nunca mejor dicho. Y el horno no está para bollos y hay que dar ejemplo de austeridad. Porque el día que los españoles nos demos cuenta, del Rey para abajo, todos, de que la cosa está muy seria y la crisis le puede alcanzar hasta el hombre más rico del país (o sea, el Sr. De Zara) en una u otra forma, a partir de ahí es cuando va a empezar la verdadera recuperación. Aunque tanto lo uno como lo otro, ambas cosas imbricadas, aún está lejos. Digo…

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