lunes, 20 de agosto de 2012

EL ABOGADO GARZON


                  Quienes sigan estas líneas saben mi opinión del caso del Juez Garzón. Un juez, para ser un buen juez, no sólo tiene que ser un jurista competente y experimentado y emplear el sentido común. Lo más importante, en realidad, es que tenga claro su importante misión, que es nada menos que cumplir y hacer cumplir la ley. Así de sencillo y así de rotundo. Teniendo en cuenta que ningún juez ni magistrado español representa a los ciudadanos, este mandato es si cabe mucho más estricto. Así, debe de quedar fuera de su campo de actuación la arbitrariedad, el protagonismo y, sobre todo, el utilizar el enorme poder que un estado de derecho le confiere, para aplicar su concepto de la justicia. O dicho de forma más llana, para dejar de ser juez y convertirse en justiciero. Y ello aunque la causa parezca merecerlo. No le pagan para eso, sino para que aplique la ley que otros hacen en aplicación estricta del principio democrático de separación de poderes. Pues bien, Garzón está fuera de la carrera judicial por sentencia firme del Tribunal Supremo español, precisamente por haberse saltado a la torera los principios antes enumerados.
                        En cambio el papel del abogado es radicalmente distinto. Se trata de un profesional cualificado jurídicamente, cuya misión consiste en defender los intereses que le son encomendados. El abogado no tiene que hacer cumplir la ley y le es dado discrepar de ella cuando la considera injusta y así manifestarlo aún públicamente, lo cual no quiere decir que la pueda incumplir, pero si puede y aun es su obligación el llevar a cabo todas las acciones legales posibles y ante cualquier tribunal u organismo, para la defensa de su causa. Y en esto su campo de acción en mucho mayor que el del juez y su proyección pública y privada, también. También sus recurso para conseguir sus objetivos, que no tienen porqué limitarse a lo estrictamente jurídico.
            Según creo, ahora Garzón ha encontrado la actividad donde verdaderamente encaja. Ya no está actuando como juez, sino como abogado, en este caso como defensor en el famoso de Julián Assange, refugiado como todo el mundo sabe en la embajada ecuatoriana de Londres y perseguido por la justicia inglesa y la sueca.
            Que yo sepa, es su primera actuación pública como letrado y la verdad es que, si como juez es un veterano que se las sabe todas, como abogado no deja de ser un novato y se le ha notado. Su improvisada rueda de prensa, en medio de la calle, bajo la lluvia y con aspecto algo desaliñado (el peso de su cartera parecía querer arrancarle la chaqueta), no era la apariencia ideal de un abogado tranquilo y seguro de sí mismo, que pareciera controlar la situación. En realidad, solo vino a decir que el cliente le había encargado que hiciera todo lo que pudiera y se le ocurriera para tratar de sacarlo de embrollo en el que se encuentra. Pero Garzón sabe perfectamente que no existe ningún procedimiento legal eficaz ni seguro y mucho menos rápido para conseguir que las autoridades británicas le den a Assanje un salvoconducto que le permita escapar de la justicia. Es más, es que ni siquiera se lo pueden dar, porque para los tribunales ingleses es un fugitivo y eso es algo muy serio en la Pérfida Albión.
            Así que ahora va a experimentar el Sr. Garzón lo que es ser abogado de un caso difícil, en el cual tiene que enfrentarse con un poder enorme y rígido, con las únicas armas de su escasa oratoria y los pocos remedios jurídicos que puede en realidad poner en marcha…
            Aunque si lo que pretende es notoriedad, eso sí que lo ha conseguido y ampliamente, pero que se olvide de que su cliente salga en mucho tiempo de la habitación diplomática en donde vive, a salvo que se ponga a emplear algo de lo que los jueces y pienso que él tienen muy poca idea, pero que sí es propio de un buen abogado. Se llama negociación y es el único camino real que hay para sacar a este australiano del atolladero.
            De todas formas, si yo fuera Assange, en vez de a Garzón habría contratado a Albert Boadella, experto en disfraces, que ya se escapó de la cárcel con estas habilidades. Le podría asesorar para tomar la mejor medida de todas, es decir, escabullirse de la embajada y de la policía inglesa con aspecto de modelo de alta costura o de traje típico quechua…Digo…

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