Quienes sigan estas líneas saben mi opinión del caso del Juez Garzón. Un
juez, para ser un buen juez, no sólo tiene que ser un jurista competente y
experimentado y emplear el sentido común. Lo más importante, en realidad, es
que tenga claro su importante misión, que es nada menos que cumplir y hacer
cumplir la ley. Así de sencillo y así de rotundo. Teniendo en cuenta que ningún
juez ni magistrado español representa a los ciudadanos, este mandato es si cabe
mucho más estricto. Así, debe de quedar fuera de su campo de actuación la
arbitrariedad, el protagonismo y, sobre todo, el utilizar el enorme poder que
un estado de derecho le confiere, para aplicar su concepto de la justicia. O
dicho de forma más llana, para dejar de ser juez y convertirse en justiciero. Y
ello aunque la causa parezca merecerlo. No le pagan para eso, sino para que
aplique la ley que otros hacen en aplicación estricta del principio democrático
de separación de poderes. Pues bien, Garzón está fuera de la carrera judicial
por sentencia firme del Tribunal Supremo español, precisamente por haberse
saltado a la torera los principios antes enumerados.
En cambio
el papel del abogado es radicalmente distinto. Se trata de un profesional
cualificado jurídicamente, cuya misión consiste en defender los intereses que
le son encomendados. El abogado no tiene que hacer cumplir la ley y le es dado
discrepar de ella cuando la considera injusta y así manifestarlo aún
públicamente, lo cual no quiere decir que la pueda incumplir, pero si puede y
aun es su obligación el llevar a cabo todas las acciones legales posibles y
ante cualquier tribunal u organismo, para la defensa de su causa. Y en esto su
campo de acción en mucho mayor que el del juez y su proyección pública y
privada, también. También sus recurso para conseguir sus objetivos, que no
tienen porqué limitarse a lo estrictamente jurídico.
Según creo, ahora
Garzón ha encontrado la actividad donde verdaderamente encaja. Ya no está
actuando como juez, sino como abogado, en este caso como defensor en el famoso de
Julián Assange, refugiado como todo el mundo sabe en la embajada ecuatoriana de
Londres y perseguido por la justicia inglesa y la sueca.
Que yo sepa, es su
primera actuación pública como letrado y la verdad es que, si como juez es un
veterano que se las sabe todas, como abogado no deja de ser un novato y se le
ha notado. Su improvisada rueda de prensa, en medio de la calle, bajo la lluvia
y con aspecto algo desaliñado (el peso de su cartera parecía querer arrancarle
la chaqueta), no era la apariencia ideal de un abogado tranquilo y seguro de sí
mismo, que pareciera controlar la situación. En realidad, solo vino a decir que
el cliente le había encargado que hiciera todo lo que pudiera y se le ocurriera
para tratar de sacarlo de embrollo en el que se encuentra. Pero Garzón sabe
perfectamente que no existe ningún procedimiento legal eficaz ni seguro y mucho
menos rápido para conseguir que las autoridades británicas le den a Assanje un
salvoconducto que le permita escapar de la justicia. Es más, es que ni siquiera
se lo pueden dar, porque para los tribunales ingleses es un fugitivo y eso es
algo muy serio en la Pérfida Albión.
Así que ahora va a
experimentar el Sr. Garzón lo que es ser abogado de un caso difícil, en el cual
tiene que enfrentarse con un poder enorme y rígido, con las únicas armas de su escasa
oratoria y los pocos remedios jurídicos que puede en realidad poner en marcha…
Aunque si lo que
pretende es notoriedad, eso sí que lo ha conseguido y ampliamente, pero que se
olvide de que su cliente salga en mucho tiempo de la habitación diplomática en
donde vive, a salvo que se ponga a emplear algo de lo que los jueces y pienso
que él tienen muy poca idea, pero que sí es propio de un buen abogado. Se llama
negociación y es el único camino real que hay para sacar a este australiano del
atolladero.
De todas formas, si yo
fuera Assange, en vez de a Garzón habría contratado a Albert Boadella, experto
en disfraces, que ya se escapó de la cárcel con estas habilidades. Le podría
asesorar para tomar la mejor medida de todas, es decir, escabullirse de la
embajada y de la policía inglesa con aspecto de modelo de alta costura o de
traje típico quechua…Digo…
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