miércoles, 24 de agosto de 2011

EL FIN DE GADAFI

Pues parece evidente que al lunático coronel libio le queda poca cuerda. Como siempre ha sido y sigue siendo, además de un iluminado un fanfarrón, la última baladronada, es su mensaje de que va a ganar la guerra o morir en el intento. Como es notorio que la primera ya la tiene perdida, sólo le queda lo de palmarla o morir matando.

Una vez perdido su emblemático centro de poder, tomado ya con relativa facilidad por parte de los rebeldes, sólo le quedan ahora pocas alternativas. Una de ellas es, efectivamente, caer en combate, otra, nada improbable, es suicidarse. También puede esconderse como hizo Sadam Hussein, aunque más tarde o más temprano lo van a encontrar, sobre todo porque siempre habrá alguno de sus allegados que lo venda, como le pasó al dictador de Irak (los rebeldes ofrecen nada menos de 1.700 euros por su captura, con lo cual ahora sí que está perdido de verdad). Y por último, puede intentar escaparse, aunque le quedan pocos sitios a donde ir. En realidad, sólo le queda Venezuela y su amigo Chávez.

Lo ideal sería que fuera capturado y puesto a disposición del tribunal penal internacional, más que nada porque resultaría ejemplificatorio que un dictador de este fuste tuviera que someterse a las leyes internacionales, que castigan delitos contra la humanidad. Este sería un buen aviso para otros dictadores de los que abundan por desgracia en el mundo. Tiranos que no dudan en lanzar las más potentes armas de guerra contra sus propios ciudadanos indefensos, como está ocurriendo en Siria, régimen este que debe de poner sus barbas a remojar, porque es el próximo al que le toca.

Lo que parece indiscutible es que la rendición total de las fuerzas de Gadafi está muy próxima y su final, en cualquiera de las formas expresadas, a la vuelta de la esquina. Se admiten apuestas sobre cómo acabará.


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