miércoles, 7 de septiembre de 2011

LA REFORMA DE LA CONSTITUCION

Los dos partidos mayoritarios de este país nos acaban de demostrar quien manda en realidad en la piel de toro. Ellos dos. El sistema político español se asienta sobre la constitución de 1978, que solo puede ser modificada por una mayoría cualificada de votos parlamentarios, requisito que cumplen el PSOE y el PP si se unen como ha ocurrido ahora. Los demás partidos pueden protestar, patalear y organizar manifestaciones. También los sindicatos pueden hacerlo, pero la realidad es que la reforma, planteada con urgencia y “agosticidad”, como dijo Llamazares en su intervención, ha prosperado y está aprobada de facto.

La izquierda y los movimientos sociales reclaman o más bien claman por un referéndum. El calado, la importancia de la reforma aprobada de forma tan apresurada parecen aconsejarlo. Pero el sistema constitucional no facilita las consultas populares. Decíamos ahí atrás en otro artículo, hablando de democracia, que habría que seguir el ejemplo de Suiza, en donde van a un referéndum por cosas que aquí nos parecerían bien nimias.

Mariano Rajoy, para justificar el porqué no de una consulta del pueblo sobre este importante asunto, ha dicho que saldría caro. La razón es de poco peso. La verdad no es esa, sino que la reforma es de total necesidad y urgencia, en un intento apurado de ofrecer una imagen de seriedad y solvencia de España, frente a las fuertes presiones de los mercados que compran nuestra deuda en las subastas.

Así, los partidos mayoritarios nos gobiernan con las normas del despotismo ilustrado: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” Esto es bueno o malo. Pues como muchas cosas, ni blanco ni negro, o sea, gris. Lo más democrático sería organizar la consulta al pueblo, que es el soberano. Pero la razón de estado en este caso, ha sido de tal urgencia y necesidad, que el Presidente Zapatero, se lo ha comunicado al Presidente “in péctore” Rajoy, que estoy seguro de que ninguno de los dos han explicado claramente las verdaderas razones que subyacen tras la reforma del texto constitucional.

O sea, la dicotomía está entre el respeto a la soberanía popular o la defensa urgente, más bien perentoria, de los intereses de la economía española. Descartado que estemos en manos de gobernantes alocados y teniendo en cuenta que la responsabilidad de la cirugía aplicada a nuestra constitución descansa sobre los dos principales partidos políticos, el que gobierna y el que parece va a gobernar, hay que concluir con que han hecho lo que tenían que hacer. Pero otro día hablaremos de otras reformas de la constitución que a mí se me ocurren para conseguir que el pueblo como tal sea más respetado y oído. A ver si les gustan. Salud.

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