miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL IMPUESTO DEL PATRIMONIO

No puede ser que el Sr. Rubalcaba, el Sr. Zapatero y la gente del PSOE en general, estén tan desesperados a la vista de que van a perder las elecciones del 20 N (e incluso se habla de que el PP puede conseguir la mayoría absoluta), que vayan recurriendo a cosas tan absurdas como revivir este gravamen.

Udes. se acordarán de que el dichoso impuesto era en realidad una especie de anzuelo o trampa saducea para que la gente declarara todo lo que tenía. A cambio de esos tan importantes datos para la Hacienda pública, la cuota del impuesto era prácticamente simbólica, o sea muy pequeña, salvo en contados casos. Uno se pregunta por qué en su día el gobierno socialista, en lugar de retirar este gravamen no lo modificó y lo aplicó sólo a las grandes fortunas, incrementando de paso el tipo del impuesto.

Ahora al candidato socialista, que es listo como un ajo, se le ha ocurrido que cargar impuestos contra los más ricos vende mucho y así puede lavar la afrenta de la modificación de la Constitución en concubinato con el PP.

La verdad es que no es serio o al menos a mí no me lo parece, modificar los impuestos a la ligera y a toda prisa, para tratar de recuperar simpatías entre el propio electorado. Entre otras cosas porque este impuesto pasaría a ser efectivo el año que viene. Y uno se pregunta si el año que viene ya manda el PP y basta con mayoría absoluta y ahora se opone al impuesto. ¿Es que no puede volver a quitarlo? Pues claro que sí.

Así pues, vamos a no mezclar las cosas, los intereses generales del estado español, con los de cualquier partido que en realidad sólo representa a un parte de la gente de la piel de toro. Dejemos en paz este impuesto absurdo, que bien enterrado está y tratemos de salir adelante con lo que de verdad da dinero. O sea, la creación de riqueza, el trabajo, la imaginación. Y a los que a lo mejor había que meterles un poco de mano es a los bancos a ver si espabilan un poco, porque a mí me parece que, en general, están como boxeador noqueado, que ni pega, ni se defiende. Digo yo.

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