sábado, 26 de mayo de 2012


LA LICENCIA EXPRES



Pues a nuestro gobierno se le acaba de ocurrir algo muy bueno. Tanto, que no se explica uno porque una medida tan sensata y tan eficaz no se adoptó en este país hace mucho tiempo. Se trata de la que llamaremos “licencia exprés”, o sea, que para abrir un negocio en un local de menos de 300 m2, baste con presentar una declaración, un proyecto visado y pagar las tasas. Pues claro, que sencillo. Y con algo tán lógico y razonable, que a la administración no le cuesta ni un euro, se pude conseguir el efecto de crear puestoss de trabajo. El sistema seguido hasta ahora era tan absurdo, como que no lo respetaba nadie, salvo los muy timoratos. O sea, Ud. quiere montar, por ejemplo, una tienda ropa. Tiene Ud. un local alquilado y quiere empezar cuanto antes, como es lógico, porque desde el primer día le caen las rentas y muchos más gastos del futuro negocio. Lo que resulta importante es empezar a hacer caja lo antes posible. Pero Ud. quiere cumplir con la Ley. Pues bueno, se va al Ayuntamiento de turno y le informan de lo que tiene que hacer para conseguir una licencia. Y Ud. se da cuenta de que se trata de una carrera de obtáculos. O sea, que el ayuntamiento en cuestión no está para darle facilidades, sino para ponerle pegas. Y si se le ocurre preguntar cuánto tardarán las dichosas licencias, le pueden contestar con aquella del hermano lobo, ¿se acuerdan? UUUUUUUUH¡¡¡¡. O sea, de seis meses a un año, como poco. Y lo más curioso es que a todo el mundo, sobre todo a nuestros munícipes y funcionarios al uso, tal barbaridad, les parecía de lo más normal. Y mientras tanto, Ud. no puede abrir, porque estaría fuera de la ley. Pero Ud. tiene que seguir pagando la renta o la hipoteca de un local que no puede usar. Hombre, daban ganas de proponerle al funcionario o político de turno que esto te dijera, que, para estar en nivel de igualdad, mientras yo no pueda abrir mi negocio, Ud. no cobra su sueldo, o la mitad, o algo que le duela donde duele. Claro, la situación era tan kafkiana y estúpida, que todo el mundo en realidad lo entendía así. Y que era lo que pasaba (y sigue pasando). Pues que el consejo, de palabra, claro, era que …”Ud. presente la documentación y abra, que no pasa nada” Y así hemos conseguido que el país esté lleno de locales sin licencia trabajando a pleno rendimiento. Pero, eso sí, con la espada de Dámocles sobre la cabeza del comerciante, que podía ser sometido incluso a toda clase de abusos y chantajes por parte de quien fuera, porque para eso estaba fuera de la Ley. El tiempo y las circunstancias económicas, nos va poniendo a cada uno en su sitio. Y es bueno que sea así. Al final los políticos van entendiendo que para crear puestos de trabajo hay que dar facilidades a los que crean puesto de trabajo. Y que sin empresas, no hay sueldos, ni impuestos, ni cotizaciones a la seguridad social. Y que sin estos ingresos, al final no pueden cobrar ni los funcionarios, que tan seguros están de que van cobrar siempre y vivir sin preocupaciones, ni tampoco los políticos, porque toda la riqueza en el fondo sale de la actividad productiva y esa la fabrican los que se arriesgan a poner un negocio, aunque sea de vender pipas y chiles en la calle. Y se la juegan, porque los gastos están asegurados siempre, pero no los ingresos. Y el autónomo, el pequeño empresario, ni hace huelga, ni muchas veces toma vacaciones y ni siquiera se pone enfermo, porque trabaja en situaciones físicas en las cuales un funcionario o trabajador por cuenta ajena estaría de seguido en la puerta del médico. Oigan, cuanto les digo es la pura verdad. Y si no, pregunten por ahí. Así que vamos a ponernos las pilas todos, dejarnos de tonterías y empujar el carro a la vez, si queremos salir del atasco en que estamos metidos. Y vamos dar las máximas facilidades de verdad para que se pueda crear empleo y la economía se recupere. Y si hay que cambiar las leyes, pues se cambian, que no pasa nada. Lo de la “licencia exprés” está en el buen camino, pero hay muchas más cosas que hacer en esa senda. Por ejemplo, liberalizar totalmente los horarios y que cada uno trabaje a la hora y cuantas horas quiera hacerlo. Y cada palo que aguante su vela. No queda otra.

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