jueves, 16 de septiembre de 2010

EL DECRETO DE LA LENGUA

Pues ya tenemos funcionando al tan controvertido decreto que regula el empleo del gallego y el castellano en las aulas. La norma ha sido contestada desde las trincheras nacionalistas, que tratarán de boicotearlo con sus medios, que no son pocos dentro de la enseñanza, y lo tienen recurrido ante los Tribunales (el Tribunal Superior de Justicia de Galicia ya les ha denegado la suspensión, como era previsible) y desde las filas de Galicia Bilingüe, que opina no cumple con lo prometido en su día por el Presidente Feijoó, o sea que se pusiera la casilla, para que cada padre pudiera elegir el idioma de educación de sus hijos.

Mi sensación es que Feijoó, que es mucho más listo de lo que aparenta, se ha llevado el gato al agua y, dando una de cal y otra de arena, ha conseguido frenar las ansias de los nacionalistas para que la enseñanza fuera exclusivamente en gallego, incluidos por supuesto todos los libros, desactivando la bomba de relojería y el atentado a la libertad, que suponía el anterior decreto, pero dejando un cauce importante para que la lengua de Rosalía no quede relegada en las aulas a una mera asignatura.

Con este Decreto, le quita oxígeno a Galicia Bilingüe y pone en su sitio a los nacionalistas. No obstante, la norma contiene una precisión que no por evidente es menos importante. Y es que el alumno, aunque reciba la clase en cualquiera de los dos idiomas oficiales en Galicia, podrá dirigirse al profesor en la que prefiera o domine mejor. Este detalle que parece de Perogrullo, porque si las dos lenguas son oficiales, nadie puede prohibir a un ciudadano gallego que las use cuando quiera, es sin embargo el verdadero meollo de la cuestión, por lo que supone de reconcimiento de la libertad del alumno para hablar en la lengua oficial que quiera. También podrá hacer el exámen en la lengua que mejor domine.

Pues como la libertad se parece al agua, que en cuanto abre una pequeña grieta, la va agrandando y se extiende por doquier, este asunto de la libertad de palabra en clase, va a ser el verdadero test para profesores y alumnos, aunque a muchos docentes integristas les va a molestar y surgirán seguramente roces y algún que otro incidente. Pero la realidad es que va a suponer una mejora enorme para los alumnos, pues van a dejar de sentirse presionados por tendencias extradocentes, que tienen su origen en posturas intransigentes que nada tienen que ver con la educación de nuestros jóvenes.

Y lo más simpático y curioso de todo es que, después de toda la polémica habida, la realidad va a imponer en las aulas lo que es normal en la calle en este nuestro país gallego, a saber, que los que hablan galego se entienden perfectamente con los que hablan castellano y las dos lenguas conviven armoniosamente y sin problema alguno, como debe de ser.

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