martes, 11 de enero de 2011

LA TREGUA DE ETA

Y la ETA vuelve, dale que te dale, con sus comunicados de treguas más o menos definitivas, tratando de convencer al personal de que van a ser buenos chicos y van a parar de matar y de extorsionar a la gente.

En realidad, al mundo etarra y aberchale, que tanto monta monta tanto, le quedan pocas opciones. Yo escribía hace tiempo que ya sólo la cárcel y la calle. En la cárcel ya hay muchos más de esta banda criminal que en libertad. O sea, que se están quedando sin efectivos para continuar con su siniestra labor. Y en la calle, hasta el mundo radical independentista vasco está perdiendo fuerza y a la cale borroka, se le han caído las dos erres y la k.

En realidad estos chicos están temblando de miedo, porque ven que se acercan las elecciones municipales y se les cierran todas las puertas y hasta las rendijas por donde poder colarse, aunque sea disfrazados de verdaderos demócratas, cosa que ni son ni han sido nunca y está por ver si van a ser capaces de serlo en serio.

La ETA y los radicales, que siempre han formado parte de la misma empresa, han tenido tradicionalmente dos importantes fuentes financieras: La primera, el impuesto revolucionario, o sea el chantaje puro y duro y los segundos, el mismo Estado español, al que rechazan y tanto parecen odiar. Es decir, que el Estado democrático, el de la Constitución de 1978, el que ha concedido a nuestras regiones y nacionalidades una autonomía legislativa, que nunca tuvieron ni soñaron siquiera en la historia de la piel de toro, ha sido la teta de la que han chupado estos individuos durante muchos años. Y ahora se les acaba. Se demuestra así la eficacia de una ley de partidos que debería de haberse puesto en marcha hace muchos años, pues lo que resulta increíble y vergonzoso en este país español nuestro es que se alimente a los terroristas con el dinero de los impuestos de todo los españoles. Y esto es lo que se ha hecho en realidad del año 78 para aquí.

De todas formas, más vale tarde que nunca y el camino a seguir está bien claro. Nadie que no sea demócrata de verdad, es decir, que respete con sinceridad y sin dobles intenciones las reglas del juego, puede entrar a formar parte de las instituciones democráticas, sea un Ayuntamiento, una Autonomía, un Parlamento, etc. Y sea donde sea, da igual en el País vasco, que en Galicia, que en Cataluña, que en Ceuta o Melilla.

Y la realidad es que ni la ETA ni sus adláteres, han llegado a ese punto, que es, simple y llanamente, dejar la violencia, sin condiciones de ninguna clase y pedir perdón a las víctimas, que tampoco estaría de más. Naturalmente, a la ETA no le va a ser fácil conseguirlo y si lo hiciera, es fácil que se produjera un fraccionamiento entre los “duros” y los “blandos” de la banda. No olvidemos que tienen en prisión casi mil personas, entre ellas importantes dirigentes, que sueñan con una amnistía, que no se puede producir legalmente. Y que sus condenas suman miles de años.

Así que, bueno, está muy bien contemplar como la ETA y sus amigos se van desinflando, pero hay que seguir cascándoles por la via policial y judicial. Y en lo político, impedir que accedan a cargos públicos para que no puedan vivir de las instituciones a las cuales no respetan. Esto va a funcionar y poco a poco se irán dando cuenta, aunque son duros de mollera, de que el único camino válido es el cumplir las leyes democráticas y condenar la violencia sin paliativos, condiciones ni excusas. Y sobre todo, abandonar esa vía de una puñetera vez. Que ya está bien.

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