lunes, 3 de enero de 2011

LA LEY ANTITABACO

Hace muchos años, eran los 80, estaba en Moscú, en un pabellón cubierto donde habría unas diez mil personas y se estaban celebrando unos campeonatos de lucha libre olímpica, especialidad muy popular en Rusia, que cuenta con miles de licencias deportivas. De pronto, observé con sorpresa como un policía subía por las gradas hasta que llegó a un punto en medio de la multitud, donde quedó parado, hablando con alguien del público. Me quedé observando la escena, sin comprender de qué se trataba, pues ni había bulla, ni nadie había tirado objetos a la cancha, como a veces ocurre en algunos espectáculos deportivos, ni pude observar nada anormal desde donde me encontraba, que era una distancia considerable. En mi ruso macarrónico pregunté a un joven que estaba a mi lado y me aclaró la cuestión: El interfecto estaba fumando, cosa prohibida dentro de aquél estadio y el policía le llamó la atención. Me quedé estupefacto, pero luego pude saber que también estaba prohibido fumar en el enorme holl de la estación central de ferrocarril de la ciudad y en cualquier espacio público cubierto.

Hace muchos años también que tengo visto en Nueva York a los oficinistas en mangas de camisa, a la puerta del rascacielos de turno, apurando un cigarrillo, porque ni siquiera en las escaleras o en los enormes portales de estos grandes edificios se podía fumar.

Aquí llevamos un ligero retrasillo en este tema y en otros por supuesto, sobre todo en lo que afecta a uno de los principales pilares de cualquier democracia que funcione. Es decir, en el respeto a los demás.

Cuantas veces le he llamado la atención a personas cultas por fumar en un ascensor. Una vez incluso a un ilustre magistrado del no menos ilustre Tribunal Superior de Galicia, que pensaba comenzar una declaración de una persona aforada en una causa penal, con un pitillo en la boca.

Así que a mi la ley nueva antitabaco, nuestra nueva ley, me parece vieja y gastada, porque no hacemos sino copiar lo que se practica hace muchos años en muchos otros países. Oiga, si hasta Fidel Castro dejó de fumar puros, al menos en público.

Pero este asunto del tabaco tiene sus aspectos chuscos y bien inmorales. ¿O no lo es, que sea exclusiva del Estado el vender algo que perjudica gravemente la salud, según rezan las mismas cajetillas de cigarrillos?

Entre el tabaco y el alcohol, ambas drogas duras, hay una enorme diferencia. Y es que afecta a la salud de las personas que ni queremos fumar ni lo hemos hecho nunca. Pero nos obligan. Es como si uno entrara en una taberna y un individuo que estuviera metiéndose un cazalla entre pecho y espalda, nos obligara a beber un baso de coñac, por ejemplo. Es exactamente lo mismo.

Los fumadores se tienen que concienciar de que su vicio adictivo perjudica su salud, pero también la de los otros. Recuerdo un dia en que estaba en un Juzgado y una funcionaria en avanzado estado de gestación estaba fumando en su mesa como una chimenea. Yo no la conocía de nada, pero no pude evitar preguntarle si no quería al hijo que iba a traer al mundo, porque le estaba pasando la nicotina, sin consideración alguna. Si no respetaba a su hijo, ¿cómo iba a pensar si estaba molestando a los demás que estábamos en aquella pequeña oficina?

Así pues, bienvenida sea la nueva ley antitabaco y vamos a cumplirla y hacerla cumplir en serio. Será bueno para todos y nuestra sociedad española habrá dado un gran paso en un espacio en donde tenemos grandes carencias: el sentido cívico de respeto hacia los demás. Y fíjense, esto, para mi, es mucho más importante que la tan manida y repetida crisis económica.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo... bienvenida sea... y que se cumpla. No obstante, tengo que decir, que entiendo que los hosteleros no compartan nuestra opinión... Aquí os dejo un articulos...

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