lunes, 3 de octubre de 2011

LA CAIDA DE SIRTE

Parece que de esta va la vencida. Sirte, el último bastión importante de Gadafi, se muere. La resistencia parece que se debe más a los muchos mercenarios que se están defendiendo hasta la muerte y a los leales al dictador que cada vez son menos, como suele pasar casi siempre en estos asuntos. Cuando el barco de hunde, las ratas huyen. Pero bien sea por fidelidad o por dinero, nunca lo sabremos bien, todavía queda mucha gente dispuesta al martirio en esta ciudad que nadie conocía, más que los libios, hace pocos meses.

Llama poderosamente la atención que las caravanas de coches que salen de la ciudad, atendiendo al llamado del presidente de la Libia actual, ya reconocida hasta por las Naciones Unidas, para que se marche el que quiera, antes de que entre las bombas de OTAN y las tropas rebeldes arrasen la ciudad, están formadas por vehículos muy nuevos e incluso lujosos. Nada que ver con las salidas de otros refugiados en parecidas circunstancias, con automóviles cacharrosos, que se caen a trozos.

O sea que en Libia, sobre todo los partidarios de Gadafi, o sea los de Sirte, vivían bastante bien. Es por ello que lo defienden tan a fondo y muchos están dispuestos a morir por él. Y el dictador, pagado de sí mismo, escondido eso sí en el último ahujero del desierto libio, los alienta y les empuja para que mueran por él y por su causa. Debe de ser un beduino muy valiente el bueno de hombre, pero no se le ve para nada una actitud numantina de ponerse al frente de los suyos, defendiendo sus ideas y su ciudad natal. Y haciendo frente a los rebeldes y a los bombazos de la OTAN.

En fin que, como decía, las ratas huyen del barco que se hunde y la primera es el famoso alucinado, elucubrante y estrafalario gobernante, que ha conseguido por fin sumir a su pueblo en un mar de sangre. Y lo que se viene ahora encima, porque esto no acaba aquí. Cuando los gadafistas sean vencidos y parece que es cosa de días como mucho, vendrán las venganzas y ajustes de cuentas, que son no ya una tradición entre los árabes, que también, sino una ley y a menudo un dulce placer para ellos.
Los gadafistas lo saben y gran parte de su defensa desesperada es porque saben lo que les aguarda.

En fin, en mi opinión, decir que le deseo lo mejor al pueblo libio y que si no son capaces de montar una democracia mínimamente presentable, al menos que lo intenten y traten de dar un paso adelante en el camino más difícil y costoso del ser humano, que es el de la libertad y el respeto a los derechos humanos.

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