jueves, 6 de diciembre de 2012

LA CONSTITUCION ESPAÑOLA


         Pasamos otro 6 de diciembre, en el que se conmemora la constitución española de 1978. La de todos los españoles. La norma fundamental de nuestro ordenamiento jurídico que se ha mantenido durante más tiempo que ninguna. Las anteriores, desde la de Cádiz de 1812, pasando por las del siglo XIX, cabe calificarlas de efímeras, cuando no de trágicas, como la de la segunda República española, que terminó como todos sabemos, en guerra civil y en la posterior dictadura franquista.


         Rigiendo nuestra constitución, cabe decir que España ha experimentado el más importante cambio político y social de toda su historia, en proporción al corto periodo histórico al que nos referimos.


         De un país atrasado y sin libertades hemos pasado a ser uno de los estados más avanzados en muchas cuestiones. A cualquier lado que miremos, a nivel legal por supuesto, que es de lo que estoy hablando, no tenemos nada que envidiar a ninguna democracia del planeta. Si hablamos, por ejemplo de los derecho de la mujer, de la igualdad con el hombre, yo invito a cualquiera que me diga otro país en donde funcione de forma efectiva la llamada “discriminación positiva”, consagrada por el Tribunal Constitucional. Ser machista con la pareja en la España de hoy, sale caro, muy caro. A veces cuesta el suicidio del macho. Si me ralla el coche a propósito mi ex, la denuncia va lenta como una tortuga y probablemente quedará en nada. Si se lo rallo yo, la consecuencia de la denuncia es detención inmediata.


         Esto por poner algún ejemplo práctico. La modernización de la sociedad que habita la piel de toro, el cambio de costumbres y concepciones ha sido tan radical, que cualquier parecido de la España del 78 con la del 2012, es mera coincidencia.


         Y si hablamos de la organización territorial del estado, de las autonomías, pues no veas. Del centralismo rabioso y rígido del franquismo al semifederalismo actual. Nunca las llamadas nacionalidades históricas, Galicia, País Vasco y Cataluña, han disfrutado del grado de autogobierno, de la protección de su lengua y sus tradiciones como con la Constitución del 78. Curiosamente, este grado de descentralización de competencias ha producido un efecto contrario al pretendido, porque los partidos nacionalistas, que prácticamente no existían o estaban aletargados durante el franquismo, han recibido oxígeno y se han revitalizado y ahora resulta que piden más autonomía, más autogobierno y la independencia.


         Pero bueno, esta es la España que tenemos hoy y con la que tenemos que vivir, con toda nuestra crisis económica y la consecuente social.


         Naturalmente, la Constitución no tiene culpa de nuestros males actuales, al contrario, sigue aportando lo principal y más importante de una ley de leyes. Lo más importante para cualquier país, como es la estabilidad política, la seguridad jurídica, el entramado, la estructura legal que mantiene coexionada una nación.


         Por eso debemos de respetarla y defenderla. Y si la queremos cambiar, sobre todo en las cuestiones más importantes, como hay algunas voces que lo piden, que sepamos que hay que hacerlo por consenso, igual que cuando se fabricó y se promulgó. Es decir, interviniendo todos los españoles por procedimientos democráticos.


         Para mí, la Constitución del 78 está bien como está. Otra cosas son las leyes que se generan desde ella hacia abajo. Decía Romanones, “que hagan las leyes, que yo haré los reglamentos”. Pero estos nunca pueden ir contra aquellas.


         Lo que hay que hacer es defender y hacer respetar la Constitución, porque nos ha servido perfectamente hasta aquí (hasta ha acogido bajo su capa protectora a los terroristas de la ETA y a sus amigos), tiene muchos años de vida por delante y personalmente creo que hay que mantenerla como está. Y cuando expliquen qué es lo que quieren cambiar, pues ya veremos. De momento, como decía Manuel Fraga, “los experimentos con gaseosa” Dejemos la cosa así.

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