lunes, 31 de diciembre de 2012

CARROMERO Y SU CONDENA


         Pues la buena de Esperanza Aguirre dice que Carromero no es un delincuente y el interesado afirma que es inocente. Pero bueno, esto no es serio. Este señor ha sido condenado en sentencia que se tiene que respetar y cumplir en España, por ser vos quien sois. Que se sepa, este chico iba conduciendo por un carretera en obras y por su falta de atención, su inexperiencia o por exceso de velocidad (cualquier cosa puede haber sido, porque en España le habían retirado el carnet de conducir, buena prueba de sus “habilidades” al volante), derrapó, se fue contra un árbol y como resultado del accidente perdieron la vida dos personas.

         Si esto hubiera ocurrido en España, igual lo habrían empapelado y acusado de imprudencia grave con resultado de homicidio. Y el castigo…, pues de uno a cuatro años de cárcel. O sea que la justicia cubana no anda muy lejos en estos temas de la española.

         De forma que dejémonos de tonterías, porque el delito cometido por Carromero se equipara penalmente al de Flores, el de fiesta trágica del Arena de Madrid. Las cosas son lo que son y no está bonito hacer distingos donde la ley no los hace. O sea que este Carromero, sí que es un delincuente, declarado en sentencia firme y valida en nuestro país, en virtud de los tratados internacionales aplicables.

         En cuanto a concederle el tercer grado, nada más llegar de Cuba, pues qué quieren que les diga, que es un agravio comparativo con otros muchos presos que tenemos cumpliendo sentencias del mismo fuste y una tomadura de pelo para la justicia cubana. Y que, por supuesto, si cambiamos la oración por pasiva y les mandamos a un ciudadano cubano con una condena española de cuatro años de cárcel y lo ponen en libertad, habría que oir a las buenas gentes imparciales y objetivas de aquestos asuntos, como clamarían al cielo y criticarían la arbitrariedad de las autoridades caribeñas.

         Porque una cosa es predicar y otra dar trigo. Y la justicia cubana en este asunto merece tanto respeto como la nuestra propia. Digo…

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