jueves, 12 de noviembre de 2009

LA MUJER DEL METRO DE BOSTON

Bueno, bueno, bueno…. ¿Udes han visto el vídeo de la mujer que se cae a la vias del metro en Boston, cuando está llegando un tren? Probablemente ebria, las cámaras de seguridad reflejan como se tambalea, al borde del andén, hasta caerse al medio de la via. A lo lejos, la luz de una unidad del suburbano de la ciudad se acerca peligrosamente. Como es lógico, nadie de los que están contemplando la escena, se atreve a bajar a por ella, pero sí hacen señales desesperadas para tratar de avisar al conductor de que pare el convoy. Este actúa los frenos de la máquina a toda su potencia…y la carrocería se detiene a escasos centímetros de la buena señora, que salva así la vida, por el pelo de un conejo, como se dice en mi tierra.

Uno se queda reflexionando y se dice para sí mismo, (Yo me hablo mucho para mí mismo), que la realidad supera a la fantasía y que gracias a la tecnología y a las cámaras de televisión sabemos todos lo que ocurrió y, sobre todo, lo que pudo ocurrir. Podemos extraer también alguna consecuencias y aprender incluso a prever situaciones de esta clase.

A mí se me ocurren varias, como que los metros que se construyan en el futuro deberían de ser cerrados, como los trenes que hay ahora en muchos aeropuertos, por cierto no tripulados, de forma que resulte imposible el accidente, el homicidio o el asesinato, demasiado frecuente por desgracia, pues es bien fácil que una persona pierda el equilibrio o sea empujada, por azar o a propósito desde el andén a las vías. Puede estar bebida, como tal vez fue el caso de Boston, o darle un desmayo o un mareo, o tropezar. Sin contar con que tenga detrás a un loco, cosa que ya ha pasado, al que le de por empujar al que está delante.

Confieso que cuando estoy en una estación de Metro, en cualquier ciudad del mundo, me da dentera acercarme a las vías y repelús contemplar a la gente al borde de lo que para mí es un abismo peligroso.

A mi el borde del andén del metro me recuerda a los precipicios en los cuales vivian los antiguos quechuas, mal llamados incas, puesto que estos eran sus jefes o reyes. Yo pensaba, al ver las escaleras sin agarre alguno y los senderos pelados por los que andaban: Qué fácil debía de ser para un indio de los Andes deshacerse de un colega. Solo tenía que esperar a que estuviera entretenido de espalda, empujarlo levemente, sin que nadie le viera claro, y el único testigo del hecho se despeñaba 500 metros más abajo y solo se oía, cada vez más leve, una voz que decía, en quechua: Cabrooooooon…..O algo así.

En fin, que me alegro de que la buena Señora se haya salvado y espero que alguien de su confianza se lo cuente y le riña, para que no se vuelva a arrimar al andén del metro.

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