lunes, 23 de agosto de 2010

VIOLENCIA ESPELUZNANTE.

Pakistán está de moda. Desgraciadamente, añadiría yo. Las copiosas lluvias, han producidos riadas e inundaciones que afectan a millones de personas, que se encuentran prácticamente desamparadas por un gobierno incompetente y deshumanizado. Somos los demás los que tenemos que acudir en su ayuda.

Pero la medida de lo que es un país como este, la da el reportaje que nos facilita la televisión, en donde dos jóvenes son asesinados brutalmente a palos, golpeados hasta la muerte, rodeados por una multitud que no interviene y se supone que está de acuerdo con los salvajes ejecutores de los dos seres humanos. Lo que más sobrecoge de todo esto es que está presente la policía, que no interviene para nada, con lo que hay que pensar que también está de acuerdo con el acto criminal.

Si ya es terrible cualquier linchamiento de una persona, por lo que tiene de cobardía, de injusticia, de barbarie o de monstruosidad, lo es mucho más que se haga en presencia de la autoridad que se supone es quien debe de imponer la ley y el orden.

En este caso, ni siquiera intervino un tribunal islámico que, a pesar de su parcialidad y enfoque fanático, no deja de ser un tribunal, que se supone debe escuchar al menos al supuesto culpable del delito que le va a llevar a morir de forma terrible. No, aquí se trató pura y simplemente del linchamiento público de unos supuestos atracadores. Y aunque el hecho de que hubieran sido realmente los autores del delito, no le quita un ápice de gravedad al comportamiento de los linchadores, mucho más grave por supuesto que el de los linchados, la triste y trágica realidad, es que luego se descubrió que los tales no habían sido los que cometieron el delito por el fueron asesinados públicamente.

Así las cosas, la única reflexión que se me ocurre es que el principio de presunción de inocencia, de que ya he escrito en otras ocasiones, debe de ser respetado de forma escrupulosa. Entre cosas por una especie de egoísmo bien entendido. Los dos animales irracionales (me niego a concederles categoría de personas humanas), que golpearon hasta la muerte a los dos pobres chicos a los que no se les dió ni la oportunidad de explicarse, merecen que les pase lo mismo a ellos o a sus hijos el día de mañana. Eso, si el terrible error cometido no supone el inicio de algún tipo de rueda de la “vendetta” entre familiares de los muertos en linchamiento que les pueda costar la vida a los que manejaban los palos o a cualquiera de sus parientes cercanos.

Anda que no nos queda camino que andar ni nada en el de los derechos humanos, tan cacareados por ahí y tampoco respetados en la mayoría de los países del mundo. Que pena.

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