domingo, 28 de noviembre de 2010

GALICIA EL LISTILLO DE ALDEA

En este bendito país gallego existe un personaje que desde tiempos inmemoriales ha convivido con otros típicos de nuestro rural. Hay especies foráneas como el matón de aldea (quen me da un pau doulle un peso, toma o pau e garda o peso…), que se han ido extinguiendo, pero este de que hablo pervive y se resiste a desaparecer.

Me refiero a ese individuo, por todos temido y odiado, que dice sabérselas todas, que se pasa la vida en los Juzgados y Tribunales y cuya principal obsesión es pleitear con todo bicho viviente, pero sobre todo con sus vecinos. Su especialidad son los marcos, los lindes, los caminos y a menudo las cuestiones de herencia.

Una de sus maniobras o triquiñuelas consiste por ejemplo en llevar a cabo obras ilegales o que invadan o afecten a la propiedad lindante y hacerlo en el mes de agosto y a ser posible en fin de semana, sobre todo si se trata de obras de pequeña entidad. Sabedor de que este mes estival es inhábil a efectos civiles, los abogados están de vacaciones y, el personal se relaja o ausenta de sus lugares de residencia, se dedica con rapidez y eficacia a consumar la falcatruada de forma que, cuando el afectado quiera ejercitar algún tipo de acción legal, sea demasiado tarde, porque la obra ya está consumada y acabada.

Viene esto a cuento por una reciente sentencia en la que he tenido el gusto de intervenir como abogado y que ha estimado un recurso de apelación contra otra de instancia que era un verdadero despropósito. El listillo de aldea construyó un cierre a toda prisa a principios del mes de agosto, ocupando parte de la propiedad contigua. Cuando el afectado quiso reaccionar, nada pudo hacer en vía judicial hasta que pasaron las vacaciones. La resolución de primera instancia desestima su demanda, manteniendo que debería de haber parado la obra mediante un interdicto de obra nueva.

Pero la Audiencia Provincial corrige el desatino y mantiene que tal cosa es impensable dado lo rápido de la obra y el mes de agosto en que se ejecuta. Y sienta el interesante principio de que hay que terminar con esta mala práctica de hacer obras ilegales en el mes de agosto, no por el buen tiempo, dice con sorna el Tribunal, sino porque el que lo hace sabe perfectamente que deja en la más completa indefensión al perjudicado, que no puede encontrar una adecuada protección legal en este mes de descanso obligado.

La sentencia le condena a tirar todo el cierre y a restituir al demandante el terreno ocupado indebidamente. El muro, que incluye lujosa puerta eléctrica, vale una pasta, así que la bofetada económica para el infractor es importante, aunque más lo es la vergüenza que va a pasar, cuando en el pueblo se le rían hasta los canes de palleiro.

Una resolución ejemplar y llena de sentido común esta que comento de la que deben de tomar nota todos los listillos de aldea que todavía pululan por nuestro rural y que esperemos contribuya a que vaya desapareciendo tan indeseable especie.

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