jueves, 9 de diciembre de 2010

LOS CONTROLADORES AEREOS

Cuando un derecho se convierte en un privilegio, el derecho pasa a ser un abuso.

En realidad, la historia de la democracia ha consistido, contando desde la revolución francesa de 1789 para aquí, en la lucha del pueblo contra los privilegios de unos pocos, excesos que además, siempre iban en perjuicio de la gran mayoría de la gente, haciendo norma la injusticia, la arbitrariedad y el abuso de poder.

Superada en la actualidad de las sociedades más avanzadas y de mejor nivel de vida la lucha de clases que definió Marx, esta ha sido sustituida por la lucha de corporaciones, castas, grupos profesionales o empresariales y cualquier otra fuerza que sea capaz de imponer sus condiciones y sus privilegios al resto de la sociedad.

Lo que ha sucedido con los controladores aéreos en este puente de la Constitución, por supuesto, clama al Cielo. Los tipos, ni cortos ni perezosos, se atreven a paralizar el espacio aéreo de un país turístico como España, dejando en tierra a cientos de miles de conciudadanos, perjudicando gravemente los intereses generales, los de las compañías aéreas, los de los operadores turísticos, los del sector hotelero y de restauración. En fin, jodiendo al personal con premeditación y alevosía a diestro y siniestro.

Oiga, por mucho menos que eso, tenemos en este país a mucha gente en la cárcel. Los más curioso de esta huelga salvaje, es que la protagonizan gentes que ganan más dinero uno de ellos solamente, que la facturación de muchas empresas con 20 0 30 trabajadores.

Claro que ahora viene o debe de venir Paco con la rebaja y estas gentes endiosadas por unos abultados e injustificados ingresos, que encima pagamos todos los españoles, deberían de responder de sus actos y que la lección que lleven en el aspecto penal, laboral o civil, sea tan dura que no se les vuelva a ocurrir ni a ellos ni a otros colectivos de parecido corte, el jugar con los intereses del país y con los de sus conciudadanos.

Lo bueno de todo esto es que la actuación irresponsable de este colectivo va a propiciar medidas para que de una vez por todas se resuelva la situación y estos empleados que tienen ciertamente una gran responsabilidad en su trabajo, como la tiene un conductor de un tren o de un autobús o muchas otras gentes y profesionales, sean puestos en su sitio y este trabajo de controlador aéreo pase a ser una labor como otra cualquier, pagada con justicia, pero sin el abuso y el agravio comparativo al que se ha llegado, a base de ceder a sus chantajes.

La solución es sencilla como en el caso de los pilotos de aviación y otros parecidos: hay que abrir las puertas a la competencia y el libre acceso a profesiones que no son sino canongías heredadas de nuestro pasado franquista y que actualmente no se justifica permanezcan como un coto cerrado que pueda hacer tanto daño a un país con cuatro millones de parados y una economía achacosa.

Afortunadamente, estos colectivos que pueden parecer tan poderosos, tienen los pies de barro, porque cualquier persona que cobre y además del Estado, las sumas astronómicas que se atribuyen a los controladores, es plenamente solvente para responder de sus actos y es muy fácil ponerle en su sitio y obligarle a cumplir. El ciudadano podrá ver fastidiadas sus vacaciones, peo ellos tienen mucho que perder. Es de esperar y de exigir que los encargados de depurar las responsabilidades individuales en estos acontecimientos, lo hagan con presteza y rigor. Y cada palo, que aguante su vela.

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