viernes, 21 de septiembre de 2012

CATALUÑA, EL ESTADO PEQUEÑITO


            En toda esta historia de la “independencia de Cataluña”, hay muchas cosas que decir. La primera, que en la situación económica y social que se encuentra España, también Cataluña, que como está claro no forma parte de Marruecos, lo menos oportuno es montar cipostios de cualquier clase. Eso no beneficia a nadie, ni por supuesto a los mismos catalanes.
            Artur Mas acaba de decir que los catalanes no están locos. Pues claro que no. El problema de los nacionalistas españoles, nuestros particulares y muchas veces ridículos nacionalistas, es que hablan siempre y se llena la boca en nombre de “su país”, cuando la realidad es que, lo único que representan verdadera y legalmente, son a la gente que les ha votado. Así es como funciona la democracia. Lo de la calle está muy bien y hay verdaderos especialistas en el follón callejero, que se dedican a lo que se dedican, o sea, a tratar de sustituir la voluntad de las urnas, por la de los carteles y las consignas gritadas a coro. Olvidando que el derecho de manifestación es un derecho fundamental y eso nadie lo niega, pero las que mandan en democracia, son las urnas.
            Jordi Pujol, hombre bien sensato él y de reconocidas convicciones democráticas, acaba de decir que la independencia de Cataluña no es posible. Pues claro. Les cuento que una vez me encontré en Canadá, concretamente en las Cataratas del Niágara, a uno de estos personajes que presumen de no ser españoles. Yo estaba solo y me dirigí hacia la persona que estaba a mi lado, para pedirle que me hiciera una foto. Yo no sabia si era español o ruso, pero al contestarme en el idioma de Cervantes, pues lo primero que siente uno es alegría de encontrarse con un paisano en tierras lejanas. Le pregunté si era español (es que somos 450 millones que lo hablamos, incluyendo a los catalanes) y me contestó airado “soy de Barcelona” En seguida pensé para mí “con la Iglesia hemos topado” y le conteste con sorna gallega, que yo era de Zaragoza.
            O sea, el tipo no era español, era de Barcelona, manda carallo, era como para preguntarle qué ponía en su pasaporte.
            Bueno esta confusión entre sentirse como… y ser en realidad de…. Es muy común en nuestros particulares nacionalistas. O sea, que en realidad todo se reduce a un mero sentimiento bastante visceral. Y poco realista. Y bastante insolidario. Es el sentimiento de la tribu. Como cuando los de Coruña se pelean en el fútbol con los de Vigo. Y los de Gijón con los de Oviedo. Los de Villaconejos de Arriba, con los de Villaconejos de Abajo. Y así cabria seguir enumerando las miserias humanas que se reflejan en estas actitudes de tribu prerománica.
            No le pidas a un nacionalista que razone en temas de nacionalismo. No le pidas a un forofo del fútbol que razone en materia deportiva. No le pidas, a cualquier fanático religioso, llámese católico, musulmán, budista o sintoísta, que razone siquiera en tales materias.
            Le mente de ser humano es bien curiosa. Ayer veíamos en la televisión una manifestación en Paquistán, creo, de abogados, nada menos, protestando por los vídeos, ya tristemente famosos, que han salido en youtube y que han desatado una ola de violencia por todo el mundo islámico.
            Y uno de se pregunta, porque preguntarse a uno mismo es bueno y saludable y siempre hay contestación, ¿cómo es posible que gente culta, abogados, profesores, ingenieros, puedan tener una parte de su cerebro, aislada, aparte, que no razona y solo se rige por principios e ideas inculcadas casi siempre en la niñez, por las cuales llega a estar dispuesta a matar o morir?
            Pues lo es, y esto lo único que demuestra a mi modo de entender es la fragilidad del pensamiento del ser humano, al que se le puede domesticar desde niño en cualquier idea, por más absurda que sea desde un punto de vista estrictamente racional.
            Dicho de otro modo, si tenemos en unas cunas a cuatro niños recién nacidos, uno de un país europeo democrático, pongamos Suecia. Otro de un país africano, pongamos Etiopía, otro de un país asiático, pongamos China y otro de un país americano, pongamos Brasil.
            Imaginemos que ninguno de ellos, por las circunstancias que sean, tiene padre ni madre conocidos. Imaginemos que se acuerda realizar un experimento social. Y al sueco, lo mandamos a China y al Etíope lo mandamos a Suecia, al chino a Brasil y al Brasileiro a Etiopía. A buenas familias, eso si. Con medios económicos, que no se trata castigar a las criaturas con las miseria.
            Bueno, ¿cuál sería el resultado, cuando tuvieran 18 años, educados en cada uno de los países?, pues muy sencillo, el sueco hablaría chino y sería ateo. Sería un hombre trabajador hasta la extenuación. Probablemente sería un hombre hormiga.
            El etiópe de nacimiento al que remitimos a Suecia, sería respetuoso con las leyes y muy sensato.
            El chino en Brasil, lo tendría más fácil, porque allí hay muchos y se podría integrar en su cultura. Pero nunca sería un chino de la China, sin un chino brasileiro, que es otra cosa.
            Por último, el brasileiro en Etiopía, sería el peor de los supuestos. Sería musulmán y viviría en un país en donde la mejor opción es salir corriendo.
            Y Udes. dirán, pero ¿qué tiene que ver todo esto con Cataluña? Pues bastante. El sentimiento catalanista, soberanista, independentista o como le queramos llamar, de las juventudes catalanas, no ha nacido por generación espontánea, no ha salido de la nada. Es el resultado de un adoctrinamiento bien calculado y regulado desde las instancias políticas nacionalistas, que se ha fortalecido con la democracia española de la transición. Claro que en la república hubo movimientos nacionalistas tanto en Cataluña, como en las Vascongadas o en Galicia, pero para nada tenían la fuerza ni la virulencia que se ha ido desarrollando al amparo de la España de las autonomías.
            Pero la realidad es que el tema de la tan manida independencia de Cataluña no es sólo de los catalanes. Pues claro que no, es cosa de todos los españoles. Y esto es lo que tienen que entender (y algunos catalanes ya lo entiende bien como Jordi Pujol), porque si no, van listos y los políticos que se dediquen a echar leña al fuego este del independentismo, pues hasta puede ser que se quemen con él.
            Aquí, en España, hay una Constitución, que nos atañe a todos y que todos tenemos que cumplir. Y para cambiarla, hay procedimientos legales que seguir. Pero de momento no se atisban para que Cataluña pueda ser un estado pequeñito, porque además, en materia de estados, lo pequeñito ya no se lleva.

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