martes, 4 de mayo de 2010

LA CRISIS DEL EMPLEO

Visitando un museo de la telefonía, contemplando los aparatos de comunicación, no tan antiguos, pues algunos tendrán 20 o 30 años, a la vista de las centralitas y de los miles de puestos de trabajo que se crearon como consecuencia de este invento. ³Su conferencia con Salamanca..² decía la voz siempre femenina al otro lado del teléfono siempre negro. Y el usuario se consideraba hombre feliz, por haber conseguido la comunicación en un tiempo récord de una o dos horasŠ reflexionaba acerca de cómo y cuánto han cambiado las cosas en el aspecto de las comunicaciones. Hoy en día, con millones de teléfonos inalámbricos, con Internet, los segundos de retraso en una comunicación nos parecen inacabables e inadmisibles. Queremos todo al instante y puntualmente y cualquier retraso, por pequeño que sea, trastoca nuestro ritmo de trabajo y puede llegar a provocar incluso reclamaciones legales.

Todos aquellos miles y miles de puestos de trabajo desaparecieron, la tecnología los borró del mapa, pero el mismo desarrollo de las comunicaciones ha multiplicado por mucho tales empleos y ha creado otros nuevos, de los que ni siquiera se sospechaba puedieran llegar a existir.

Mientras unos trabajos desaparecen por innecesarios, otros surgen como setas después de la lluvia. Si a nuestros abuelos les dijeran que habría gente que se ganaría la vida por ejemplo paseando perros de otras personas, se quedarían asombrados. Pues si van a Nueva York y se dan una vuelta por Central Park, como hacen todos los turistas, podrán ver el espectáculo gracioso de los ³pasea chuchos², que resulta tanto más cómico, como que los animales son de distintas razas y tamaños y vemos a un Gran Danés, tirando del grupo y arrastrando a un Chiguagua.

En fin el desarrollo de la sociedad humana ha sido capaz de generar riqueza y puestos de trabajo dignos como nunca se ha conocido en la historia de la humanidad. Pero en el gérmen de todo progreso está ínsito el problema y la causa de su destrucción. Y así como pasa con los medicamentos, lo que cura una cosa afecta y pueden dañar otra.

Y con los puestos de trabajo pasa lo mismo. La misma evolución de la sociedad produce enorme riqueza y la posibilidad de que gran cantidad de bienes están al alcance de todo el mundo. En realidad, cabría hablar de problemas de superproducción en el mundo desarrollado. Tenemos de todo, producimos en exceso para cubrir la demanda. La competencia entre las empresas, hace que unas se arruinen y otras se enriquezcan, lo que forma parte del mecanismo saludable de la renovación natural. A la vez, el mundo pobre sigue tan pobre como siempre o más si cabe.

Las crisis económicas del mundo capitalista ya no son de escasez, de hambruna, de pestes, como en la edad media y en el mundo antiguo. Son de crecimiento, de supervaloración de activos, sobre todo inmobiliarios, de exceso de crédito, de exceso de producción.

Si se quedan sin trabajo y en el paro millones de trabajadores, es porque tenían trabajo. Parece una simpleza, pero en realidad es lo que pasa. Cuando un sector sobredimensionado, como ha pasado en España con el del ladrillo, cae como consecuencia de su misma y exagerada hipertrofia, el efecto multiplicador que produce lanza a la calle a ciento de miles de personas. Pero como ya dije, en el mismo bien de desarrollo económico que produjo el mundo inmobiliario, estaba el germen de su propia destrucción. En realidad no deberíamos asombrarnos porque haya pasado lo que ha pasado.

La crisis económica más importante ha venido precisamente de donde se generaba la riqueza que luego ha producido la crisis, es decir, del aparato financiero capitalista de finales del siglo veinte. La especulación, la ingenieria financiera sin control, lo beneficios exagerados de las entidades bancarias, las comisiones, los altos sueldos de los ejecutivos, primeros beneficiarios del sistema y principales verdugos y responsables de su caídaŠ

Tienen razón los sindicatos y los partidos de izquierda cuando dicen que los que han provocado la crisis deben de pagarla. Pero esto no funciona así, porque en el capitalismo el que sigue teniendo el poder es el capital y los trabajadores continúan siendo las principales víctimas de las recesiones económicas.

La única solución pasa por el pacto social, serio y justo de todas las fuerzas de un país, debiendo dar ejemplo en primer lugar los que están arriba en la escala social, es decir, los que tienen el poder, ya sea político o económico y los sindicatos haciendo ejercicio de responsabilidad. Y empujar todos del carro a la vez. Así se sale del atasco. Pero esto es más difícil de hacer que decir, porque falta solidaridad y el sentido de lo común y cada uno trata de arrimar el ascua a su sardina.

Mientras tanto, mientras llega el diente de sierra para arriba, que vendrá, no lo duden, los que se quedan en el camino, siempre son los más débiles, los menos preparados, los que tienen menos oportunidad de encontrar un nuevo trabajo. Para estos, la protección social, el reciclaje profesional y la ayuda de la familia son las únicas salidas.

Pero lo que la sociedad necesita es gente con ideas nuevas, con ilusión, con imaginación, con capacidad de trabajo, la gente que realmente tira del pelotón, aunque se juegue el tipo mucho más que los que le siguen a rueda. A estos hay que apoyarlos y motivarlos, porque son los que en realidad pueden ayudar a salir del bache a los demás.

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