martes, 12 de octubre de 2010

LA COSA DE CHINA

Pues China ya le ha pasado por economía bruta a Japón. Y lo de bruta les cae bien, porque este enorme país recuerda a una locomotora sin frenos y que además parece que va a salirse de la vía y se va llevar por delante a todo lo que encuentre.

Y delante sólo queda el imperio yanqui, que le supera por el momento en bastantes puntos. Pero a la marcha que va el gigante chino, parece evidente que en menos de un cuarto de siglo (que pasa bien deprisa, como sabemos los que peinamos canas), la va a alcanzar y probablemente superar.

Ahora las autoridades de los ojos rasgados están muy cabreadas con la concesión del premio nobel de la paz a uno de sus ciudadanos, al que tienen en la cárcel y consideran un delincuente.

En realidad y si bien lo miramos, lo de ser o delincuente, sólo depende de lo que diga el Código Penal de cada sitio. Por ejemplo, en muchos países árabes, ser homoxesual es un delito grave, a veces castigado con la muerte, hasta el punto de que, como pasa en Irán, su Presidente se puede permitir el lujo de decir que allí no existen, aunque debería de añadir, que porque los matan a todos y los que hay no se atreven a ejercer. En otras partes todavía es delito el adulterio, tanto del hombre como de la mujer y, sin ir más lejos, si Ud. pasa el puente de Tuy entre Portugal y España, a 200 kilómetros por hora, se acaba de convertir en delincuente, porqué hasta la mitad el viaducto sólo era una infractor del código de la circulación. Tiene gracia la cosa.

Así que no divinicemos las leyes penales, porque obedecen, como todas las demás, a circunstancias sociales y políticas del lugar concreto. En España mismo, el delito de conducir sin permiso ha entrado y salido del Código Penal sin mayor problema.

Pero volvamos a China, al gran imperio que nunca quiso serlo. Imaginemos por un momento, que hubieran sido navegantes. Es evidente que nos habrían aplastado a todos en los mares. Nunca han querido dominar el mundo, como nos ha pasado a los europeos o les pasa todavía a los americanos. Seguramente la razón está en la enormidad de su población y sus propios problemas, que se multiplican por cientos de millones en cualquier momento.

Pero aunque no se lo propongan, la realidad es que avanzan de forma imparable y devastadora como una mancha de aceite universal. Nadie les puede discutir su capacidad de trabajo y de sacrificio. Tampoco su ingenio. Sólo hay que ver las cosas que inventaron en el medievo. La pólvora, la brújula…y las más refinadas formas de tortura, por ejemplo.

En realidad, los que mandan en el mundo actualmente son los EEUU y la China. Pero es que esto va a más. Y ambos poderosos están tan interrelacionados, que los yanquis les dan la tecnología, ellos ponen el trabajo, inundan el mercado con sus productos baratos y cada vez de mayor calidad. Crecen a un 9 o 10 por ciento anual. Y tienen tanto dinero que ya son los dueños de la enorme deuda pública norteamericana. Cuando el primer ministro aterriza en un país en grave crisis económica como Grecia y promete ayudar, hasta las piedras del Partenón aplauden contentas.

Y a este pueblo inmenso, gobernado por un sistema comunista, que es capaz de practicar el capitalismo más salvaje y asociarse con los capitalistas más irredentos del mundo, que ahora ya tiene más dinero que nadie, le queremos dar normas a seguir en su política interna. Pues da la risa.

El flamante premio nobel de la paz va a seguir en la cárcel para cumplir su condena, porque China tiene sus leyes y, nos gusten o no, allí las hacen respetar de forma estricta. Y la cosa se olvidará pronto, por la cuenta que nos trae a todos, que cada vez más nos vamos a ver obligados a hacerles la pelota. Y si no, al tiempo.

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