domingo, 17 de octubre de 2010

LA TUMBA DE FRANCO.-

Cada vez que voy o más bien que tengo que ir al valle de Los Caidos, para enseñárselo a personas que no lo conocen, a menudo extranjeros, me pongo de mal genio.

Forma parte de la historia de España, así que no me parece correcto hurtar la visita a gentes a las que nuestra guerra civil les suena de lejos, pero resulta al menos para mí bien difícil explicar algunas cosas de las que se pueden ver en este santuario.

Y una de ellas es la estancia junto al altar central de la basílica, de la tumba del dictador Francisco Franco. Porque hasta José Antonio Primo de Rivera, que comparte el sitio de honor con el “caudillo” no deja de ser un caído más de nuestra contienda fraticida, al que fusilaron los de un lado, igual que sus huestes fusilaron a miles de compatriotas. Así son esta clase de contiendas, las más deleznables, porque es hermano contra hermano, vecino contra vecino.

Ahora bien, cómo le explico yo a un americano, por ejemplo, sobre todo si es joven, que Franco está allí enterrado porque en realidad la Iglesia Católica lo apoyó y justificó, haciéndose cómplice de sus crímenes. Cómo les explico yo que allí, en una iglesia, está enterrado un aliado de Hitler y de Musolini, que se hacía llevar bajo palio para entrar en las Iglesias, como si fuera un obispo, portando la sagrada forma? Pues malamente, empezando por lo del palio y siguiendo por lo de las monedas, que decían que su legitimidad venía directamente de “la gracia de Dios”. Y vive Dios que aquello tenía poca gracia, porque a poco que se reflexionara, uno se daba cuenta de que vivíamos en una autentica fantochada seudoreligiosa y que Roma se cuidaba de no molestar ni modificar, porque consideraba que iba bien para sus intereses.

Pero estábamos en lo de la tumba. Se supone que el Valle de los Caidos es un homenaje a todos los muertos de la cruel guerra civil, que siguió al levantamiento de los generales llamados “africanistas”. En realidad nunca ha sido así, sino la obra gigante de un megalómano para perpetuar su gesta a través de los tiempos. Esto es lo que siempre ha representado y por eso está lleno de signos franquistas, que chocan ahora con la Ley de Memoria Histórica, a través de la cual queremos los españoles empezar a sacudirnos y hacer desparecer los símbolos de aquél llamado “Movimiento Nacional”, que bien poco se movía o lo hacía torpemente.

Pues bien, yo creo que llegado es el momento de que le demos alguna vuelta a todo esto y efectivamente convirtamos el monumento, grandioso por otra parte, en patrimonio de todos los caidos. Y lo primero que hay que hacer es quitar el cadáver de Franco de allí y también el de José Antonio. Sitios sobrarán donde guardar sus restos para que quien quiera vaya a visitarles y ponerles flores. Pero el Valle de los Caidos es un vestigio de un pasado afortunadamente superado por el pueblo español y ahora debería de convertirse en un lugar respetable y respetado, en donde se rinda homenaje y se recuerde a todas las personas, absolutamente a todas, que cayeron en España por defender sus ideas, victimas de la barbarie y de la crueldad de otros españoles. Pero los cadáveres de Franco y de José Antonio sobran allí.

A lo mejor hasta me hacen caso y la próxima vez que lleve alguna visita de algún amigo extranjero al Valle, le podré contar que la vergüenza de que un dictador responsable de cientos de miles de muertes de españoles estuviera enterrado allí, en el altar mayor de una iglesia católica, ya se ha corregido y aquello es ahora un monumento de todo el pueblo español. Veremos.

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