martes, 26 de octubre de 2010

EL PULPO PAUL

El pulpo ha muerto. ¡Viva el pulpo!. Se salvó de morir como todos, para ser comido en exquisito manjar popular, con sal y aceite, para ingresar en un acuario. Tuvo suerte, este animal. Hubo a quien se le ocurrió colocarle dos cajas de plástico, con un sabroso mejillón dentro y las banderas de los equipos que iban a competir en cada caso en el mundial. Y el rayo del bicho iba y acertaba. Hasta dio en el clavo con la final, la gran final, entre España y Alemania. Y se hizo famoso hasta el hartazgo y los periodistas le preguntaban a los futbolistas qué opinaban sobre lo que opinaba el pulpo Paul. Uno contestó con una sonrisa irónica…Es un pulpo…

El caso es que en nuestro mundo mediático y mediatizado, cualquier persona, animal o cosa se puede hacer famosa en cuestión de días y aún de horas. Hasta un pulpo. Está bien y es divertido que surjan estas boutades para distraernos de los problemas cotidianos de la crisis económica, el paro, o las malas noticias de pestes que vienen de países que ya viven en la peste continua, como Haití.

La historia del pulpo llegó hasta Carballino, tierra de pulpeiras donde las haya y lo querían comprar y hasta ofrecieron 30.000 euros por el animalito y lo nombraron hijo predilecto o algo así de este pueblo y yo creo que cuando el pulpo Paul se enteró de todo esto, hasta se puso rojo de vergüenza, que sabido es que tales octópodos tienen la facultad de cambiar de color.

Ahora el cefalópodo se nos ha marchado y en el museo de The Oberhausen Sea Life, en la Renania del Norte, Alemania, le van a dedicar todo un memorial, que desde luego se merece, porque nunca un museo desconocido se hizo tan famoso en tan poco tiempo y por causa tan chusca. Lástima que no lo hubieran cruzado con una pulpa y así por los menos habría dejado descendencia, y en sus genes podría haber transmitido su genialidad, que se les podía dedicar a su hijos a los juegos de azar, a ver si también acertaban y entonces sí que ya sería el colmo, la rebambabambara, el cuntio y el alcoholismo, como decía un viejo marinero gallego. Y todo por un pulpo, cosas veredes…

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