sábado, 11 de julio de 2009

A DEFENSA DA LINGUA

¿Pero de verdad el idioma gallego necesita de tantos defensores? A pesar de las cosas que se oyen por ahí, yo no conozco a una sola persona que tenga nada absolutamente contra nuestra lengua autóctona. Sí conozco bastante gente partidaria de que cada uno hable el idioma que le parezca y si no consigue comunicarse con el interlocutor, pues ya buscarán los dos la forma de hacerlo. Porque lo más importante de los idiomas, lo verdaderamente importante, es la comunicación entre los seres humanos. También conozco otros muchos a los que les fastidia que el idioma gallego sea utilizado por algunos con fines partidistas, se trate de imponer a la fuerza, o constituya un negocio que alimenta bastantes bolsillos hoy en día.
La defensa de un idioma no debe de ser excusa para ocultar otros fines poco defendibles. En realidad, habría que incapacitar legalmente por incompatibles o por colisión de intereses, a los que se reunen en foros, plataformas, mesas, confederaciones, bloques o como se quiera, con la finalidad declarada de la “defensa da lengua”, pero que viven precisamente de lo que se ha convertido en un chollo excluyente, al que solo acceden los amiguetes y los afines ideológicamente. Yo no digo que toda esta gente no quiera a la lengua ni a Galicia, claro que sí, pero la mezcla de sus intereses económicos con esos amores patrióticos les restan credibilidad a mi juicio. Y lo más curioso es que muchos de ellos ni se dan cuenta de esto.
En realidad, una lengua, cualquier lengua, se defiende sola. No necesita mesías ni Torquemadas, que persigan a los descreídos. Ya todo el que quiera aprenderla y hablarla, lo hará. Medios sobran, solo hace falta voluntad.
En el caso del gallego, su pervivencia como lengua oficial, no sólo está garantizada, sino que al dia de hoy está claramente desequilibrada con la lengua oficial de todos los españoles y por tanto de todos los gallegos. La Xunta, los ayuntamientos y muchos organismos oficiales, la emplean regularmente en sus comunicados, expedientes y notificaciones. Lo que se echa en falta es precisamente porqué todo esto no puede ir también en castellano. Aquí se acabarían todos los problemas y no se discriminaría ninguno de los dos idiomas oficiales. Esto sería lo correcto y razonable. En cuanto a los expedientes administrativos y las actuaciones judiciales, también es muy sencillo: que se emplee la lengua que elija el ciudadano, que es el destinatario al fin al cabo de la resolución que se adopte.
En la legislación que trata de imponer el gallego, se habla siempre de utilización con “carácter general”, lo que resulta un eufemismo útil para encubrir lo que se pretende, que es la utilización exclusiva del gallego.
Cuando el famoso artículo 3 de la Constitución Española establece que “la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”, es claro que no está diciendo que haya que imponerlas a nadie, que es lo que se está haciendo o intentando hacer hoy en día, tratando de excluir el castellano.
Mi teoría es que la imposición de la lengua y su utilización partidista, es precisamente una de las causas de la disminución de su uso. Negar la existencia de un problema tan evidente, descalificar al contrario, convertir a las víctimas de la intransigencia nacionalista en verdugos, acusar a los demás falsamente de percibir subvenciones cuando se tienen los bolsillos a rebosar de dinero público, podrá ser muy bueno para autojustificarse y contentar a sus huestes, pero la verdad acaba saliendo y al final lo único perjudicado es aquello que se dice defender, es decir, la lengua gallega, que ya tiene millones de defensores, o sea, todos los gallegos.

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