jueves, 9 de julio de 2009

LA REVUELTA DE CHINA

Ahora resulta que la sangrieta revuelta entre los hans y los uigures, en donde se están matando sin consideración alguna, se originó por el error de una joven hans de 19 años, que entró equivocadamente en un dormitorio de los uigures en la fábrica de juguetes en donde trabajaba y salió corriendo a gritos. Los hans, que no se andan con muchas bromas cuando se trata de sus relaciones con los uigures, cogieron sus palos…y a por ellos. Al parece ni siquiera le preguntaron a la zurumbática oriental que es lo que había pasado porque, de haberlo hecho, no estaríamos ahora lamentando sucesos tan cruentos como los que se están produciendo en esa región del noroeste de China.

La verdad es que daría lo mismo que fuera este suceso intrascendente u otro cualquiera para que comenzaran las “hostialidades”. Porque el verdadero problema es el racismo, las diferencias étnicas, religiosas, de lengua o cultura. La falta de respeto hacia “el otro”, cuando no el odio simple y llano.

Esta es una calamidad de la humanidad, que da lugar a guerras, genocidio, discriminación…

Siempre nos encontramos con lo mismo. Nacionalismo, tribalismo y religión. Ambas cosas van a menudo juntas, aunque pueden ir separadas.

En lugar de buscar los encuentros, aquello que nos une como seres humanos, lo que nos dignifica, se busca los que nos separa, nos divide y nos diferencia. Y como muy a menudo lo que nos une es mucho más que lo que nos separa, los extremistas de todo pelaje procurar exagerar esas diferencias, hasta convertir al otro en enemigo. En el enemigo. Y cuando se llega a este punto, ya todo está justificado. El enemigo no tiene derecho a nada, ni a la vida. Por supuesto, tampoco a la libertad, a la justicia, al trabajo…

La conclusión es que hay que procurar por todos los medios y en toda clase de sociedades, no llegar a los extremos indicados, porque sino se corre el riesgo de terminar como los hans y los uigures. Es decir, a palos por las calles. Qué triste.

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